hermanobernardo

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Location: Valparaíso, Quinta Región, Chile

Casado con Nina María Soto (1964): 8 hijos, 16 nietos. Estudios: Derecho (Chile); Ciencias Políticas (Heidelberg, Alemania). Habla, lee y escribe alemán e inglés. Lee francés, italiano, portugués y holandés. Computación desde 1983. Internet desde 1994. Bloggers desde 2005. Autodidacta. Adaptable a las responsabilidades asumidas. Últimos cargos públicos: Agregado Científico en embajadas de Chile en Alemania y Holanda (1991 a 1995), Embajador de Chile en Venezuela (entre 1995 y 2000). Secretario General del Sistema Económico Latinoamericano, SELA (2000 - 2003) Libros: "Hermano Bernardo" sobre Bernardo Leighton y "La no-violencia activa: camino para conquistar la democracia". Numerosos ensayos políticos en diversas publicaciones. Profesor universitario (Chile y Alemania), periodista (prensa y TV) y diplomático. Hago consultorías y escribo permanentemente sobre muy variados temas. Actualmente soy Presidente del Instituto Chileno de Estudios Humanísticos, ICHEH, con sede en Santiago.

Monday, July 31, 2006

CAPITULO VIII

LUCHA POR LA DEMOCRACIA DURANTE LOS GOBIERNOS DE PEDRO AGUIRRE CERDA Y DE JUAN ANTONIO RIOS

Poco después de iniciarse el Gobierno de don Pedro Aguirre Cerda, sobreviene el famoso terremoto de Chillán. La catástrofe es tan grande, que obliga al Gobierno a adoptar medidas especiales. Fuera de los miles de muertos hay una ciudad completamente destruida, decenas de miles de damnificados y toda la gama de problemas que esto acarrea. El Presidente de la República designa entonces una comisión especial para enfrentar la situación creada. Incluye a personeros no pertenecientes al Gobierno, entre los cuales está Bernardo Leighton.

"Formaban parte de esa comisión, entre otros, doña Sara del Campo, viuda del ex-Presidente don Pedro Montt y el Dr. Eduardo Keymer Fresno, primo hermano de Anita, que se convertiría el año siguiente en mi esposa. El Dr. Keymer estaba, además, indirectamente emparentado con el Presidente de la República."

"Aparte de esta cooperación directa, que no podíamos negar bajo ningún pretexto, y que me permitió conocer personalmente a ese gran hombre que fue don Pedro Aguirre Cerda, la Falange tuvo una posición independiente. Manteniendo íntegramente la organización que tenía desde antes de la separación del Partido Conservador, estuvo dispuesta a colaborar en la solución de todos aquellos problemas en que estuviese de acuerdo con las proposiciones del Gobierno y que, a juicio suyo, le conviniesen al país. Así, apoyó la ley que creó la Corporación de Fomento de la Producción, cuya aprobación en la Cámara se salvó por un voto gracias a los siete votos de la Falange Nacional. En el Senado la ley se salvó por dos votos conservadores, correspondientes a don Rafael Luis Gumucio y don Francisco Urrejola. Esa ley le dio un impulso muy grande a la industrialización del país. Durante todo el Gobierno de Aguirre Cerda mantuvimos una actitud políticamente independiente, de cooperación y de crítica, según las circunstancias. No hicimos pacto con nadie. Poco a poco fue estructurándose una posición de centro-izquierda. En las elecciones parlamentarias de 1941, primeras que enfrentamos solos, obtuvimos tres parlamentarios: Manuel Antonio Garretón, por Santiago, Radomiro Tomic por Tarapacá y Jorge Ceardi por Valparaíso. En 1942, al fallecer don Pedro Aguirre Cerda, apoyamos la candidatura de don Juan Antonio Ríos."

Leighton vive durante 1939 y 1940 otras preocupaciones más personales. Ha conocido a Anita Fresno, se han enamorado y ambos han decidido casarse. El 31 de mayo de 1940 queda concertado el matrimonio y el 15 de agosto de ese mismo año se lleva a efecto en la iglesia de los Padres Franceses de Santiago. La revista VEA publica una foto de la pareja con el título "se casó el leader Falangista", señalando que al matrimonio asistieron, entre otros, el ex-Presidente Alessandri y varios ex-Ministros. Como se ve, el contacto humano y la amistad han permanecido, a pesar de las diferencias políticas.

A fines de 1940 Leighton debe defenderse por primera y quizá única vez de la acusación de conspirador. Se ha creado el "Comité de Acción Nacional Anticomunista" en el que participa en representación de la Falange. La situación internacional está presente en la vida nacional y el apoyo del Partido Comunista chileno al pacto entre Hitler y Stalin ha provocado una fuerte reacción en contra por parte de la mayoría de los partidos. A través de su prensa, el comunismo criollo se defiende contraatacando: acusa al mencionado Comité de preparar un golpe de Estado. Leighton reacciona indignado. A "El Siglo" le declara: "No estamos conspirando. Yo no he sido jamás conspirador, y si mañana hubiera una revolución contra el Gobierno, estaría a su lado como estuve el 25 de agosto." Alude al "ariostazo", intento de golpe encabezado por el general Ariosto Herrera, que Leighton, una vez más, rechaza apoyando al Presidente Constitucional.

Al diario La Opinión, en carta a su director y amigo, don Juan Bautista Rossetti, le expresa:

"Tú conoces bastante mis ideas doctrinarias y políticas y, aún cuando con frecuencia hemos estado en discrepancia, creo que no tienes motivos para dudar, ni siquiera por un momento, de mi adhesión total al régimen de Derecho. No soy conspirador, ni lo he sido jamás; más aún, si mañana estallara una revolución, venga de donde viniere, yo estaría al lado del Gobierno, como estuve siempre en cada oportunidad semejante."

Y a la revista VEA le dice: "Si mañana fascistas, derechistas o cualquiera trata de hacer un putsch para echar abajo el Gobierno, estaremos resueltamente con don Pedro para defender al Gobierno legítimamente elegido." El periodista acota: "Lo miramos un momento. Se sonríe ante el gesto de supuesta incredulidad que cree ver en nosotros y agrega: ¿No me cree?.. Mi vida está de prueba para contestar cualquier duda sobre un punto tan grave. Estaremos con don Pedro contra cualquier asonada..."

Estas palabras reaparecerán una y otra vez en su vida política, cada vez que se presente la ocasión. Reflejan la actitud intransigentemente democrática que lo caracterizara siempre, sin una sola claudicación. Ya lo hemos visto actuar en contra de la dictadura de Ibáñez, ayudar al Gobierno del Vicepresidente Trucco frente al motín de la Escuadra, estar al lado de Montero cuando lo derrocan, luchar en contra de la dictadura de Dávila desconociéndole todo origen legítimo, defender al Gobierno de Alessandri, condenar el "ariostazo" y, ahora, advertir que estará al lado de Aguirre Cerda ante cualquier intento de derrocarlo.

Su permanencia dentro del Comité de Acción Nacional Anticomunista no alcanza a durar tres semanas. Su explicación, fechada el 18 de diciembre de 1940, ahorra comentarios:

"La Acción Nacional nació de un pacto entre varios partidos, que se comprometieron a unirse, para combatir, por encima de sus intereses políticos, al comunismo. Ese pacto fue roto en la noche del lunes (16 de diciembre). En su discurso por radio, el presidente de este conglomerado de fuerzas se salió de su finalidad específica: atacó también al Partido Socialista, es decir, a un partido que recién había declarado no estar de acuerdo con los comunistas. En una reunión que pedí, todos los jefes de la Acción manifestaron estar de acuerdo con el discurso del Sr. Alcalde. Ello demuestra que los dirigentes actuales de la derecha no posponen sus intereses partidistas, aún cuando hayan prometido hacerlo. Demuestran, también su ceguera política; sin embargo, al atacar a Schnake, libran a éste de un cargo, que otros sectores populares podrían hacerle: que estaría en concomitancia con la derecha."

El periodista de "VEA", le pregunta entonces por qué los falangistas atacan al comunismo. "¿Se basan en razones de orden doctrinario? ¿O temen a la instauración del orden económico que propicia el PC?"

Leighton responde:

"El Partido Comunista actúa, en el terreno nacional e internacional, de acuerdo con una política no chilena, rusa. Y esto es inaceptable. A su lado, las demás razones tienen menos importancia."

"- Pero los comunistas podrían decir que Uds. se guían por las enseñanzas políticas del Vaticano..."

"Algunas simples ideas generales. Ni táctica ni estrategia políticas. Sería absurdo que pretendiéramos resolver los problemas de nuestra tierra según las normas que vinieran de Roma. No recibimos órdenes políticas de nadie, de ninguna potencia extranjera."

"- ¿Usted cree realmente que hay un contacto directo y constante con Moscú?".

"Lo hay. Lo demuestra el hecho de que, en la práctica, la acción política de los comunistas se confunda con las necesidades internacionales rusas."

"- ¿Qué representa, a su juicio, Oscar Schnake? ¿Quién es Schnake?"

"Schnake ha sido siempre para mí el mismo hombre que muchos ven ahora. En resumen, veo en él a un jefe de un gran partido popular, que, desde el gobierno, trata de encausar una política nacional y realista, con capacidad y eficiencia".

"- Pero Uds. son católicos. Y el P.S. es marxista..."

"Sí. Es importante conocer los principios teóricos básicos de los partidos, generalmente de origen europeo. Pero más importante aún es conocer a los hombres dispuestos a realizarlos. En Schnake no hay prejuicios teóricos antirreligiosos, y su marxismo consiste, naturalmente, en principios de buen gobierno."

"- ¿Están pues, con Schnake? ¿La Falange se plegará a él?

"La Falange no se pliega. Coincide."

Esta apertura hacia los socialistas tiene importancia, porque pone de relieve una situación que pudo haberse desarrollado más a fondo después, de no mediar una radicalización hacia la izquierda muy marcada de éstos, unida después a la alianza con los comunistas. Durante toda la década de los años 40 (y parte de los 50), los socialistas mantuvieron una posición muy distante de los comunistas, llegando a crisis muy graves entre ellos (sobre todo) durante el gobierno de Gabriel González Videla.

Al morir el Presidente Aguirre Cerda el 25 de noviembre de 1941 asume el mando como Vicepresidente don Jerónimo Méndez. Corresponde convocar a elecciones presidenciales y son fijadas para el 10 de febrero de 1942. El Partido Radical levanta la candidatura de Juan Antonio Ríos. La Falange Nacional decide apoyarla, uniéndose a la actitud de fracciones liberales encabezadas por Arturo Alessandri Palma, socialistas, y democráticos.

Este paso de los falangistas marca un momento importante en su trayectoria política, porque los pone en contacto directo con las fuerzas de la izquierda. Ríos no puede dejar de reconocer este aporte y en VEA del 18 de febrero de 1942 señala:

"La Falange y los liberales que me acompañaron mostraron un entusiasmo muy digno de la causa democrática que sustentaban. Encontré mucha simpatía en todas partes hacia los jóvenes líderes de la Falange. A Bernardo Leighton lo solicitaban siempre como orador. Este y Julio Barrenechea (socialista) tuvieron la tarea más pesada entre los oradores que me acompañaron a través del país. Recuerdo que en un pueblo había tan solo dos falangistas, lo que es muy comprensible tratándose de un partido joven que no ha organizado sus elementos en todos los pueblos. Estos dos jóvenes llenaban el andén con sus gritos de 'Juventud adelante' y con su entusiasmo contagioso." (VEA, 18 de febrero de 1942).

Este testimonio de Juan Antonio Ríos demuestra hasta qué punto la Falange, aún joven y hasta poco numerosa, impresionaba por su entusiasmo y su mística. La figura de Leighton sobresalía, además, claramente en esa época.

Elegido Ríos, la Falange entra en una importante fase de su desarrollo. Su postura en la elección la ha situado bastante cerca de radicales y socialistas. Se ha alejado de la derecha. Esto contribuye a perfilar su rostro en forma diferente. Surge poco a poco un partido de inspiración cristiana ubicado entre el centro y la izquierda del abanico político de ese tiempo. Entre 1942 y 1945 este proceso se acentúa.

El 4 de marzo de 1945 se llevan a cabo elecciones parlamentarias. Leighton acepta ser candidato y triunfa. Es elegido por Antofagasta, región a la que llega acompañado por su esposa a recorrerla íntegra. Durante la campaña, le dirige a los ciudadanos de esa provincia una "carta política". En ella resume su pensamiento. Su primer capítulo, titulado "defensa legal" ratifica su línea democrática en los siguientes términos:

"Por convicción y por sentimientos he sido siempre partidario incondicional de nuestro régimen de derecho. Pienso honradamente que, cualesquiera que sean los defectos y las deficiencias, nunca insuperables, de nuestro sistema democrático, su mantenimiento es inmensamente más ventajoso para el país y, en especial, para los hombres de trabajo que su conculcación, o su reemplazo por el gobierno del dictador más inteligente, más limpio y más fuerte que pudiera concebir nuestra fantasía, porque, ni aún así, este tipo de gobernante arbitrario se encuentra exento de cometer errores y atropellos que no hay manera de prevenir ni de reparar. Sobre este punto no deseo dejar la menor duda a los ciudadanos de Antofagasta. Jamás, bajo ningún concepto y en ninguna circunstancia, dejaré de colocarme al lado de nuestro Gobierno Constitucional frente a cualquiera clase de tentativas o de amenazas destinadas a derribarlo. En mi opinión es este el fundamento insustituible de toda acción política seria, democrática, constructiva y popular."

Otro aspecto del pensamiento de Leighton que se desarrolla bastante por estos años, se refiere al tema internacional. La segunda guerra mundial ha hecho sentir sus efectos también en Chile. La vida política ha conocido a los nazis, por una parte, mientras las alianzas políticas de la izquierda han sido afectadas por los vaivenes tácticos de la política soviética dirigida por Stalin y Molotov. La Falange refleja en su conducta el impacto de estos hechos. Es anti-nazi desde su nacimiento. Al aliarse la Unión Soviética con la Alemania de Hitler, su posición también se hace anticomunista. Es la época en que Leighton llega a formar parte por tres semanas, en representación de su partido, de la llamada Acción Nacional Anticomunista. Al pasar la Unión Soviética al campo aliado, cambia la actitud del Partido Comunista chileno una vez más y su presencia se hace más aceptable para los partidos democráticos. Estando por finalizar la guerra, Leighton analiza en su "carta política" la posición de Chile en el mundo y saca sus propias conclusiones. Entre otras cosas expresa:

"Sintetizando los resultados más visibles del conflicto mundial, cabe destacar el robustecimiento del concepto de libertad política y el avance decisivo del concepto de igualdad económica, siendo aquello una consecuencia del triunfo de las democracias anglosajonas y esto último, una consecuencia de la victoria rusa."

"Chile está en condiciones de ser el país latinoamericano mejor dotado por su tradición democrática y por la organización de sus fuerzas proletarias para acrecentar su vida de nación con estas dos consecuencias favorables que la victoria de las naciones aliadas entregan al mundo de mañana. Para lograrlo necesita ante todo mirar hacia el presente y hacia el futuro con entereza y sin prejuicios."

"Soy contrario, enteramente contrario, al régimen dictatorial del señor Stalin y no acepto ninguna clase de subterfugios que traten de justificar su permanencia indefinida; pero reconozco que al precio de la libertad política, el sistema ruso presenta un experimento notable en materia de igualdad económica."

"Soy también contrario, absolutamente contrario, al régimen de predominio capitalista que, por encima de la sincera labor social del Presidente Roosevelt y del Premier Churchill, subsiste en los Estados Unidos y en Inglaterra y extiende sus tentáculos prepotentes sobre nuestros todavía débiles y desunidos países latinoamericanos; pero reconozco que en estas dos viejas democracias se conserva y purifica constantemente el ejercicio de la libertad política, a despecho de aquel predominio capitalista."

"Impotentes para desconocer la realidad de las dos consecuencias producidas por la guerra a que vengo refiriéndome y faltos de imaginación para descubrir su verdadero alcance, hay quienes pretenden en nuestro país, encerrar el destino de Chile entre los dos términos de un dilema falso: 'o nos conformamos al sistema ruso o nos conformamos al sistema anglosajón.' Nunca será bastante la ira con que nuestro espíritu reaccione en presencia de una manera de pensar, tan infundada y tan servil." (10)

La política exterior a seguir es resumida así:

"Mediante relaciones diplomáticas y comerciales con todos los pueblos de la tierra, inclusive con Rusia y con China, y, seguros de la robustez de nuestra envergadura cívica, debemos incorporar en nuestra estructura orgánica de nación libre y nueva, los progresos políticos, económicos, sociales y culturales realizados por los países de América, de Europa y de Asia, con motivo de la guerra y de la liquidación de la guerra."

Respecto a América Latina, Leighton toca el tema de la unidad continental:

"El principal obstáculo que estorba la unidad latinoamericana reside en los dictadores criollos, los cuales con diversas caretas han usurpado los gobiernos. Encaramados sobre la fuerza física, cual más cual menos, los Trujillos, los Getulios y los Perones están constantemente, por conveniencia de política interior, creando suspicacias entre los países y destruyendo la unidad fraterna."

"Las tendencias imperialistas que, en los Estados Unidos combatieron y combaten al Presidente Roosevelt, por su posición democrática, no desean otra cosa que contar en los pueblos latinoamericanos con dictadores de cualquier especie. Algo semejante sucede con las tendencias imperalistas y reaccionarias que combaten en Inglaterra a Winston Churchill."

"Y la razón es obvia. Huérfana de sustentación popular legítima, la dictadura acude invariablemente a solicitar apoyo al gran capital, quien lo presta encantado a cambio de hacer por su parte el 'gran negocio' sobre las espaldas de los pueblos tiranizados y empobrecidos."

"Es además la triste experiencia americana, conocida hasta por nosotros los chilenos durante cierta administración, por fortuna, corta y pretérita."

"Con un concepto bien claro acerca del terrible daño que han hecho y hacen a la unidad de Latinoamérica los gobiernos dictatoriales, en beneficio directo de intereses imperialistas, el pueblo de Chile debe orientar su política internacional americana y ostentar su democracia histórica y señera como un honor y un ejemplo."

O sea, Leighton ve en la democracia no sólo el mejor sistema de convivencia para los chilenos. Su mantención es, a la vez, un arma poderosa de política internacional, pues le da al país prestigio y, por lo tanto, autoridad para hablar en el campo de los asuntos mundiales.

En el campo económico-social, Leighton destaca la necesidad de avanzar aún más en materia de leyes sociales:

"Quienes aportan su trabajo deben tener acceso, no sólo a sus remuneraciones y a la participación de utilidades del negocio, sino también a la co-gestión de la empresa y a la co-propiedad de los capitales."

En los párrafos finales de esta "Carta política" de febrero de 1945, hay una referencia explícita a la inspiración cristiana. Su lectura demuestra una atenuación del lenguaje religioso. Germina ya una más clara separación entre las actividades que un católico realiza en representación de la Iglesia y aquellas que lleva a cabo bajo su exclusiva responsabilidad, como ciudadano de un cuerpo político determinado. El texto aludido es el siguiente:

"Los propósitos mencionados han sido exteriormente el móvil de mi actividad política a lo largo de 15 años; pero, ellos tienen un fundamento más hondo. La Falange Nacional inspira su acción patriótica en los postulados del pensamiento cristiano."

"Nosotros los falangistas colocamos muy alto la consigna superior de nuestra vida entera porque concebimos al hombre como un compuesto de cuerpo y de alma. Actuamos y luchamos en el plano de lo temporal con la intención puesta en una meta que está más allá del tiempo; pero sabemos de que para alcanzarla, es preciso contribuir a mitigar los dolores y a superar las limitaciones de este mundo. Nos sirve de orientación el Legado Evangélico, según el cual, el Maestro enseñó las Bienaventuranzas del espíritu, mientras hacía el milagro de multiplicar los panes y los peces destinados a satisfacer el hambre material de las multitudes. Según el cual, además, el amor al prójimo no distingue entre amigos y enemigos."

"Por tales razones, expongo mis propósitos políticos al margen de los hombres o de los partidos, que por doctrinas diversas a la mía están dispuestos también, en todo o en parte, a servirlos. Me interesa sustancialmente llevarlos a la realidad, con rectitud y con prontitud por el bien de mi Patria, sin importarme nada en este empeño, los motivos que desunen a los chilenos sino la buena voluntad que los acerca."

Estas palabras fueron escritas hace virtualmente 35 años. Pese a ello, parecieran tener el frescor de quien las ha escrito hoy para la situación actual. (11)

CAPITULO IX

CONGRESO EXTRAORDINARIO
DE LA FALANGE. CUENTA DE LEIGHTON.

La enfermedad y posterior fallecimiento del Presidente Ríos antes de que terminara su mandato, plantea a las fuerzas políticas el problema de la sucesión, por segunda vez consecutiva y en la misma década. El cuadro político se presenta confuso por una serie de elementos entrecruzados, dentro de los cuales se destaca la crisis del Partido Radical. Al dejar Ríos en la Vicepresidencia a don Alfredo Duhalde, senador radical, hombre de su confianza, emparentado con él, desata una tempestad al interior de su partido. Por una parte, no lo consulta al designar a Duhalde; por la otra, este último representa a una corriente llamada "minoritaria" dentro del radicalismo. El desenlace se traduce en la división.

En medio de este panorama, la Falange Nacional empieza a vivir también momentos de agitación interna. El primer hecho gira en torno al alejamiento de Eduardo Frei de su cargo de Ministro de Obras Públicas y Vías de Comunicación. Siguiendo en el fondo el precedente establecido por Leighton en 1938, de no solidarizar con la actuación arbitraria, renuncia después de producirse en la Plaza Bulnes una intervención policial sangrienta, que deja un saldo de seis muertos y un centenar de heridos. (12)

Leighton, en su calidad de Presidente de la Falange, explica en un acto público en el teatro Caupolicán la conducta de Frei. Señala que éste estaba advirtiendo a Duhalde que "el despliegue inútil de fuerzas armadas en los conflictos del trabajo" podían producir "los instrumentos inconscientes de un desplazamiento hacia un régimen dictatorial." Frei hacía estas observaciones, dice Leighton, "con la más absoluta lealtad, y cuando se produjo el último conflicto del Norte, que tuvo una de sus incidencias en la cancelación de la personalidad jurídica de dos sindicatos él no participó en esa medida y no la aprobó."

Agrega después que Frei "previno también patriótica y oportunamente las consecuencias que se podían originar del despliegue de fuerzas en la Plaza Bulnes; pero no fue atendido, y cuando después de los hechos ocurridos, llegó Frei a la Presidencia, se encontró con que ya estaba al frente del Ministerio del Interior un Jefe de la Marina. Entonces, Frei dijo lo que tiene que decir siempre un hombre libre, cualquiera que sea el cargo que ocupe: 'Ahí esta ese cargo, pero yo no sigo.' "

En este mismo discurso, Leighton denuncia de que existe en ese momento en Chile "el peligro de una amenaza dictatorial". Critica al diputado Juan Bautista Rossetti por sostener virtualmente que "toda la democracia chilena se fundamentaba en el cohecho". Según Leighton, Rossetti persigue con esto "quitarle toda base moral a la democracia chilena". Relata también que en la Cámara de Diputados decía el mismo parlamentario "que todas las revoluciones en Chile habían sido hechos derivados de condiciones económicas." "Ahí no soporté más y le interrumpí: 'No honorable colega, todas las revoluciones en Chile han sido realizadas por quienes se han aprovechado de la situación económica'." Denuncia después a los civiles que se esconden detrás de los militares y que los alientan a intervenir. Recuerda unas frases de don Rafael Luis Gumucio, que una vez dijo: "En los gobiernos militares no han faltado jamás los inspiradores civiles, los mantenedores civiles y los aprovechadores civiles." A juicio de Leighton, "las Fuerzas Armadas no quieren estar en el Gobierno". "Pero lo que pasa es que hay quienes quieren aprovecharse de ellas."

Por último, hace una defensa de la democracia:

"La democracia no es patrimonio de los grupos políticos. La democracia, según las propias palabras pontificias, es hoy el mejor instrumento para gobernar a los pueblos con dignidad. No es patrimonio de unos o de otros: es patrimonio común. Hoy por hoy no se puede pensar en una patria que no sea democrática, porque otra patria tiraniza, otra patria encarcela, otra patria mata, ¡porque esa otra no es patria!"

"Es esto lo que está en peligro. Yo pregunto: ¿este peligro amenaza sólo a los partidos de izquierda? ¡Qué ingenuidad! Ese peligro no amenaza sólo a los partidos de izquierda. Amenaza a todos los partidos y a toda la gente que no está en los partidos, porque una democracia es el aire; una dictadura, en cambio, es encierro oscuro, sin aire, sin vida. Esto nos amenaza a todos; y creo que a quienes amenaza primeramente es a los cristianos. ¿Por qué? Porque el cristianismo, en su espíritu verdadero, no en las tergiversaciones que los malos cristianos le han echado encima en el transcurso de los siglos, para vivir, para conquistar, para salvar a los hombres es incompatible con los enemigos de la libertad."

El 13 de abril de 1946 inaugura Leighton el Congreso Extraordinario de la Falange Nacional, llamado también de los "peluqueros", por haberse llevado a cabo en el local del sindicato de peluqueros de Santiago. Lo hace mediante una cuenta escrita, uno de los documentos más extensos escritos en su vida. El pensamiento ahí expresado muestra la tendencia a definiciones muy claras en numerosas materias, que lo sitúan a años luz de distancia de las posiciones de la derecha, junto a las cuales caminará básicamente durante toda la década anterior.

Parte resumiendo su programa como candidato a diputado por Antofagasta, ya visto aquí, para emprender después una clara defensa del gobierno. Refuta también las acusaciones que se le han hecho de ser "pro-comunista", provenientes naturalmente de la derecha. Su personalidad sencilla queda aquí particularmente retratada cuando reconoce haber empleado "una frase que me resultó poco feliz" en un elogio a dos diputados comunistas que habían trabajado en Chiloé por el candidato de la Falange Jorge Rogers. Leighton acota sin vacilar: "Radomiro Tomic me lo advirtió de inmediato. No tuve ni tengo otra excusa que mi inexperiencia parlamentaria sumada a mi deseo de suavizar una actitud de nuestra parte, contraria a quienes venían de acompañarnos lealmente en un duro trance falangista". (Gracias al triunfo de Jorge Rogers la Falange pasó de 3 a 4 diputados en la Cámara).

Después establece un criterio respecto a la forma en que un partido adquiere perfiles. Reconociendo que la Falange es un partido en plena formación, señala que "estamos sometidos a no poder dejar de caminar mientras buscamos nuestro camino."

Son los problemas concretos de cada día los que van proporcionando el marco en el cual un grupo va definiendo su rostro. Y así lo pone de relieve a lo largo de toda su cuenta. Frente a cada problema, lo describe primero y después toma posición. Muestra así cómo en la Cámara, donde él participa en la Comisión de Legislación Social y de Trabajo "de acuerdo con mis particulares aficiones sobre la materia", denuncia una maniobra de la derecha destinada a postergar indefinidamente el estudio de reformas importantes al Código del Trabajo, mientras se interesa sólo por un proyecto conservador que pretende disminuirle los fondos a los sindicatos. Relata después "hechos desconocidos" en los que la Falange ha tenido una destacada actuación, ocultados por la gran prensa, ya nada interesada en destacar como antaño el idealismo de esta falange juvenil. "Por cierto que ninguna de estas intervenciones de la Falange fue ni siquiera insinuada en la gran prensa del país; pero este silencio obedecía, no a falta de independencia nuestra, sino justamente a la falta de independencia de esa gran prensa."

Cuenta después que la Falange recibió durante 1945 "una invitación de la Alianza Democrática para integrar oficialmente su Organización. Propuso al Consejo, y así fue aprobado, que esta invitación no fuera aceptada, por estimar que nuestra contextura política de Partido aún en formación, nos impedía ingresar a combinaciones permanentes con partidos de personalidad ya formada, junto a las cuales la nuestra corría grave riesgo de perder su particular fisonomía, sin perjuicio de coordinar con la Alianza Democrática acciones concretas de bien común." Este criterio tendrá mucha importancia en los años siguientes en cuanto a plantear el tema de las relaciones con otros partidos.

Se defiende después de la crítica personal que se le ha hecho "por falta de decisión ante el Partido Comunista." Manifiesta que cada vez que le ha tocado coincidir con dirigentes o parlamentarios comunistas, "siempre he declarado que la actuación efectuada por mí, en tales casos, obedece a una consecuencia con los postulados social-cristianos que inspiran la política de la Falange. Casi he sido majadero para decir que esa misma justicia social defendida por ellos en nombre de Marx, los falangistas la servimos en nombre del Mensaje Evangélico." Y agrega más adelante: "Comprendiendo que es punto esencial para precisar una posición diversa a la posición comunista, establecer un criterio acerca del gobierno ruso, he declarado centenares de veces y justamente cuando he tenido auditorio con preferente asistencia de comunistas (recuerdo en este instante la vapuleada Asamblea del Teatro Caupolicán) que, a pesar del interés despertado en mí por el extraordinario ensayo económico-social realizado en el país de los Soviets, considero que su régimen político no es nada más que una dictadura."

Después de referirse a una serie de asuntos más bien de detalle, Leighton entra de lleno al tema de fondo relativo a la razón de ser de la Falange Nacional en la política chilena. Bajo el sugestivo título "tras una fe práctica", dice que el partido debe "lealmente afrontar no sólo el problema de satisfacer su propia conciencia, sino además el de satisfacer con honestidad a la opinión pública de nuestro país, a la cual se dirige y de la cual se nutre." Lo que se busca es "la formulación de un criterio de valor para el presente, que importe en sí mismo una síntesis de nuestros postulados doctrinarios engastada -digámoslo así- en una síntesis de las aspiraciones del pueblo." Y agrega esta reflexión: "Cuando una colectividad política logra, mediante un serio trabajo intelectual envuelto en un sentido de auténtico amor a la tierra en que vive, descubrir aquellas dos síntesis refundidas, es capaz de remover los más puros valores que forman su material humano, sobrepasando las contradicciones internas y lanzándolos con una fuerza insospechada a la conquista transformadora de los hombres y, en cierta manera, de las cosas de la nación. Guiados por este pensamiento, abordemos la búsqueda de aquella singular coincidencia en que han de encontrarse el alma de la Falange Nacional con el destino de la Patria, bajo los imperativos y la angustia del siglo veinte." Después de esta introducción define lo que para él es central: "El alma de la Falange es la razón que le dio nacimiento y que le dará existencia por años y años: la realización de una política chilena inspirada en los principios sociales del Cristianismo."

A continuación hace Leighton una crítica bastante fuerte a los cristianos contemporáneos. "Seguimos siendo merecedores del Divino reto: ¡Hombres de poca fe! Somos iguales los de hoy a los de ayer." Y agrega un poco más adelante: "Existe una especie de tentación diabólica que nos persigue irremisiblemente y que nos coge aún cuando estamos prevenidos para rechazarla. Acabamos de ver a miles de cristianos usando los métodos fascistas, que no fueron más que las mismas tácticas del Marxismo aplicadas en sentido inverso. Todavía observamos importantes sectores cristianos que demuestran más confianza en el poder nacido del 'Becerro de oro', que en la potencia moral emanada de 'Las Tablas de la Ley'. En nuestra breve, pero fecunda experiencia política, los falangistas hemos sido tentados a abandonar nuestra línea de acción práctica, en nombre, no de ser ella falsa, sino de ser ineficaz. Y la verdad es que más de alguna vez hemos resistido con poca entereza de alma esta insensata tentación."

Hecho este planteamiento central, entraba al capítulo titulado "sustitución del capitalismo". Los argumentos para propiciarlo los desarrolla así:

Partiendo por definir al proletario como "aquel que necesita trabajar para vivir o para sustentar a personas vinculadas a él por razones naturales, que no pueden trabajar o que, si trabajan, no producen de inmediato un fruto económico con su trabajo", Leighton constata que el concepto de "trabajador o de proletario ha evolucionado en un sentido de mayor amplitud y a la vez de mayor justicia." No abarca sólo el trabajo físico, sino que simplemente todo trabajo.

"Esta ampliación del concepto de proletario se ha verificado paralelamente a un proceso lento y seguro de unificación y elevación del proletariado en los más diversos planos de la vida social."

"Llevando más a fondo este análisis de las recientes transformaciones sociales, cabe además constatar que en la medida en que el concepto de proletario se ha extendido y elevado, la calidad de capitalista propiamente tal ha ido reduciéndose a un escaso número de individuos que son, no obstante, los directores legales del régimen económico vigente. Esta circunstancia es uno de los elementos más notables que está contribuyendo a la crisis final del régimen capitalista, carcomido en su interior por sus previstas contradicciones orgánicas."

"Mientras las relaciones entre el capital y el trabajo adquirían las características anotadas, en el campo político un número creciente de trabajadores tomaba parte en la vida pública, haciendo pesar en ella sus opiniones, sus intereses y su dignidad. De este modo el conglomerado proletario ha obtenido fuerza económica y también fuerza política, pero en condiciones limitadas a una influencia de hecho, sin que todavía los organismos del Estado Moderno se encuentren consecuentemente estructurados. La democracia hasta ahora ha facilitado el crecimiento, la unificación y la dignificación del proletariado, pero aún no le entrega los instrumentas de derecho de acuerdo con su potencia real."

Leighton ve por aquellos años "desaparecido casi en absoluto el odio social", razón por la cual, tanto la "lucha de clases" como la "armonía de clases" son para él tésis "desestimadas".

"La situación es diferente", dice. "Está produciéndose el acceso del proletariado a la conducción de la economía que lo llevará por este camino, a la propiedad de los capitales y, en definitiva, a una más justa distribución de la riqueza económica. Estoy muy lejos de pensar que la adquisición de los bienes materiales, aún cuando se pretenda en nombre de la justicia, constituya el eje de la vida humana. Pero es incuestionable que sin un mínimo de bienestar material el hombre, salvo un esfuerzo heroico, no puede desenvolver normalmente las facultades de su espíritu. El régimen capitalista en esta etapa de su desarrollo no demuestra capacidad alguna para llevar al mayor número de hombres una base de elementos materiales que les facilite el perfeccionamiento espiritual. Por eso los cristianos colaboramos a la liquidación del régimen capitalista y presenciamos con satisfacción los síntomas evidentes de su desaparecimiento."

"Sin embargo, no es esta actitud negativa la más conforme a nuestra inspiración doctrinaria. Por fortuna, mientras el capitalismo desaparece, se gesta un nuevo sistema económico fundado en la dignidad del proletario y que reemplaza la antigua división de los hombres, 'según el puesto que ocupan en el mercado de trabajo', por una ubicación derivada 'de las funciones que cada cual ejercita', es decir, ese nuevo sistema esta orientado, sin sospecharlo él mismo, por la sorprendente visión de la Encíclica Quadragessimo Anno. Los falangistas tenemos la misión de constituirnos en los anunciadores y en los abnegados constructores de esta nueva ordenación económica que sustituirá al capitalismo y que podríamos denominar, parafraseando a Tristán de Athayde, como una Economía Laborista."

Bajo el título "Reforma de las instituciones", puesto entre comillas en el texto original por estar extractado directamente de la ya mencionada encíclica de Pío XI Quadragessimo Anno, Leighton enfoca el problema del derecho y los cambios sociales. Entre otras cosas afirma:

"La cuestión que está por resolverse en el tiempo que corre, consiste en orientar el desenvolvimiento gigantesco de la técnica industrial, de un modo tal que la máxima explotación de los elementos materiales de nuestro país, por medio de una industria encaminada hacia una perfección inconcebible, lleve el más alto standard de vida individual al mayor número posible de chilenos de hoy y de mañana."

"No carecemos ni de los planes necesarios ni de los hombres competentes, sino de las instituciones jurídicas adecuadas a la realización de estos propósitos. Los organismos que faltan han de fundarse, a riesgo de fracasar dentro de la esterilidad congénita al capitalismo desfalleciente, en un criterio de 'Economía Laborista'. Las condiciones de nuestra economía semifiscal pueden proporcionar el camino hacia la constitución de estos nuevos instrumentas legales. En esa economía el capital es, hasta cierto punto, colectivo, siendo en consecuencia menos brusco el hecho de colocarlo íntegramente al servicio de los hombres de trabajo vinculados a las instituciones respectivas."

"La reforma proyectada no sería más que un primer paso para continuar, con criterio semejante, modificando después las instituciones de economía privada, en donde también debe el capital ser principalmente dirigido por el trabajo organizado."

"El capital debe ser principalmente dirigido por el trabajo organizado." Este es el principio central que debe regir, según Leighton, al nuevo sistema que reemplace al capitalista vigente. No es el Estado el nuevo capitalista, sino más bien, el trabajo organizado, esto es, el sindicato, el gremio o la asociación respectiva.

Por último, bajo el sugestivo título de "democracia proletaria", Leighton rechaza la posibilidad de que un esquema así ahuyente a los capitales. Él cree que "los capitalistas son naturalmente egoístas", pero a la vez "egoístas inteligentes" y que por ello, ante la realidad del ascenso del proletariado y del trabajo organizado, no cometerán el error de desconocerla. Ellos "no ignoran hacia dónde camina el mundo y siempre tratan de salvar si no la bolsa, la vida".

"No hay, en consecuencia, antecedentes bastantes para considerar que las instituciones rectoras de la economía, a base funcional proletaria, estarían condenadas a morir en medio de la desconfianza de los propietarios del capital. Estimo que sucederá el fenómeno inverso, ya que la más sólida y justa integración, dentro de la empresa, de sus elementos constitutivos, redundará en su mayor eficacia industrial, la que despertará hacia afuera mayor confianza."

"Finalmente, se establece una fecunda concordancia entre la ascención del proletariado en la democracia política y la ascención del proletariado en la Economía, concordancia que no puede sino impulsar a la Nación toda en un progreso colectivo de proporciones nunca vistas hacia el porvenir."

La larga cuenta política termina con un breve enunciado sobre política internacional. Entresacamos de allí los párrafos más marcados:

"En los campos de batalla del conflicto bélico quedaron tendidos tres grandes derrotados: el prestigio mundial del sistema fascista, el fanatismo antidemocrático del Sr. Stalin y la prepotencia incontrolada del capitalismo imperialista. A excepción del primero, ninguno de los otros dos se resignará tranquilamente con su derrota; pero la democracia y el proletariado triunfadores los obligarán, tarde o temprano, a doblegarse."

Refiriéndose al imperativo de la integración decía:

"Los cristianos, obedientes a nuestra concepción ecuménica, estamos llamados a ser parte en este proceso de superación de las fronteras territoriales con la mira de constituir conglomerados humanos más completos, más fuertes y más felices. Sin embargo, debemos huir de una atracción peligrosa. No podemos aceptar que, en nombre de la incorporación a futuras entidades supra-nacionales, se debilite la unidad fraterna dentro de cada Nación, menoscabando el alma y la dignidad de la patria actual, sin cuya integridad es ilusorio pensar en una Patria más amplia."

Las palabras finales de esta cuenta son claves para entender el sentido profundo de la actuación política de Leighton en esos instantes:

"La política, cuyos perfiles sustanciales he trazado detenidamente, no fue por cierto iniciada con motivo de mi elección como Presidente Nacional. Nació, acaso, cuando nació la Falange. Fue indiscutiblemente acentuada durante la Presidencia de Eduardo Frei."

"Por mi parte, he debido continuarla; empero declaro, abiertamente, que he tratado de hacer algo más. Me he empeñado por darle una expresión de contornos nítidos, en términos tales que nadie pudiera dejar de reconocerla en lo que ella es; he pretendido ubicar a la Falange al lado de los trabajadores de Chile, sin una sola desviación ni un solo distingo debilitante, a semejanza de los Abogados de Pobres, obligados a defender siempre al humilde, nada más que al humilde, hasta donde tenga la razón."

"Por las explicaciones expuestas, mi propósito lo he logrado a medias, abrigando la esperanza de que será alcanzado plenamente de todas maneras, con tal que resolvamos entregarle un poco más de tiempo al tiempo."

"Esta política ha coincidido frecuentemente con la izquierda, pero, los izquierdistas saben muy bien que sólo cuentan con nosotros tanto cuanto nosotros contamos con ellos, y que esa libertad de juicio y de acción para discrepar o para combatir y a la cual ellos no han renunciado, tampoco la hemos renunciado nosotros."

"Si bien no me siento el único indicado para presidir esta política, no podría sinceramente presidir ninguna otra; por lo tanto, mi cargo de Presidente Nacional queda librado también a la voluntad de este Congreso."

"Deseo terminar esta prolongada relación de actuaciones y de criterios, manifestando a nuestra autoridad suprema, ante cuya decisión me inclino, que nunca estuve más convencido de ver a la Falange en la limpia ruta de la Patria y en la dirección de nuestra Flecha Roja."

En esta cuenta, leída el 13 de abril de 1946, queda por citar todavía un párrafo que merece consideración aparte. Se refiere a la elección presidencial, que se ve venir. Leighton tiene una opinión precisa al respecto. Mencionando una circular interna relativa a este problema dice:

"Con el sólo objeto de dar un elemento informativo importante y teniendo a la vista las circunstancias de la época, la mencionada circular terminaba diciendo en este punto: 'Lo más probable es que el candidato de la Falange salga de los partidos populares'. Declaro con franqueza que esta probabilidad continúa, a mi juicio, en plena vigencia, a pesar de que creo también que no debemos desestimar, en especial frente al verdadero puzzle que significa el problema presidencial a esta altura, la emergencia que señalé hace un momento, o sea, declarar la abstención del Partido en la campaña electoral y la libertad de los falangistas tocante al voto mismo."

Este párrafo resulta, potencialmente, ser el más polémico de todos. Lo único que no plantea es la posibilidad de apoyar a un candidato de derecha y, más concretamente, a uno del Partido Conservador. Esto contradiría, según Leighton, su posición política, desarticulando su labor destinada a colocar a la Falange "al lado de los trabajadores de Chile".

La cuenta es aprobada por el Congreso sin problemas.

Sin embargo, en el debate político posterior, surge una posición diferente, encabezada por Radomiro Tomic. Aduciendo razones tácticas que a la postre convencerán a la mayoría, plantea una postura denominada "independiente", que pretende marcar más las diferencias hacia izquierda y derecha. Leighton se mantiene en la postura diseñada en su cuenta. Al ser vencido se niega a seguir presidiendo la Falange, pese a las insistencias generalizadas de todos, incluso de Tomic. En vista del hecho creado, este último asume por primera vez la presidencia de su partido. En el trasfondo de este debate se encuentra el hecho de estar ya planteada la candidatura conservadora del Dr. Eduardo Cruz Coke, que abre una perspectiva inesperada a la decisión falangista. Así queda de manifiesto en la Junta Nacional de la Falange, llevada a cabo el 28 de julio de 1946. Allí Leighton sostiene abiertamente el apoyo a Gabriel González Videla, del Partido Radical, mientras Tomic se inclina por Cruz Coke, basado en la clara posición social cristiana de éste, que, a su juicio, divide a la derecha y muestra al Partido Conservador "herido en el ala".

Tomic da también una razón táctica de mucho peso: la Falange Nacional necesita poder hablarle directamente al electorado católico chileno, que, en la práctica, no conoce sus planteamientos debido al bloqueo de los medios de comunicación, dominados abrumadoramente por la derecha y algo menos por la izquierda. La oportunidad la ofrece un candidato con el cual no existen diferencias de fondo, puesto que encarna la corriente social cristiana dentro del Partido Conservador.

El debate es intenso y no muestra una posición claramente mayoritaria. Esto mueve a Frei a proponer la suspensión momentánea de todo acuerdo, a la espera de una mayor clarificación en el cuadro de las otras candidaturas. Al imponerse finalmente en la Junta Nacional esta idea, Tomic renuncia a la presidencia de la Falange y asume transitoriamente su dirección Eduardo Frei.

El 2 de agosto de 1946 se reúne de nuevo la Junta Nacional. Vuelven enfrentarse las dos posiciones y el debate es, una vez más, intenso y, ratos, apasionado. Al final, vence Tomic por 43 votos contra 41, transformándose en un líder importante de la campaña presidencial de Eduardo Cruz Coke. La presidencia de la Falange es asumida por Pedro Jesús Rodríguez.

Los términos del acuerdo de apoyo a Cruz Coke resumen la llamada posición de 'independencia' sostenida por Tomic en ese instante:

"La Falange Nacional ha resuelto apoyar como candidato presidencial al Dr. Eduardo Cruz Coke. Es una decisión tratando de defender nuestra independencia ante la izquierda y la derecha, y con la misión esencial de la Falange Nacional en la política chilena: obtener el apoyo popular para el pensamiento social-cristiano y para convencer a los cristianos de que el más importante deber de nuestro tiempo es construir una sociedad justa y socialmente sensible, abandonando las viejas posiciones del capitalismo tradicional y la reacción."

Esta derrota de Leighton dentro del partido marca en su vida política un punto importante. Hasta ese instante su trayectoria ha sido de permanente ascenso y de un liderato virtualmente indiscutido dentro del partido. Ahora pasa a compartir con varios otros esa primacía política y moral. Tomic y Frei, entre otros, han ido surgiendo como figuras de tanto relieve como Leighton. Este, a su vez, no sufre por esto, sino al contrario: contempla con alegría cómo la Falange madura internamente y cómo se incorporan nuevos valores humanos y pasan a ocupar tareas de la mayor responsabilidad. Su partido crece y se desarrolla, a lo menos internamente. Para el crecimiento cuantitativo, capaz de darle a esta corriente histórica un peso decisivo en el destino de Chile, faltan todavía diez años difíciles y llenos de riesgos.

CAPITULO X

CRISIS ENTRE LA FALANGE Y LA JERARQUIA ECLESIASTICA EN TORNO AL PROBLEMA COMUNISTA


Después de los hechos relatados, Bernardo Leighton se consagra a ejercer su cargo de diputado. Le corresponde muy pronto, vivir uno de los episodios más dramáticos de la Falange Nacional, cuando ésta llega a estar al borde mismo de la disolución. Los sucesos respectivos acaecen a fines de 1947 y comienzos de 1948, cuando la presidencia falangista ha pasado a manos de Tomás Reyes Vicuña. El punto central es la posición de los cristianos frente al comunismo y la relación comunismo y democracia, debate que es abierto por el Gobierno de Gabriel González Videla al romper con el Partido Comunista y procurar, con éxito a la postre, poner a ese partido fuera de la ley. La Falange se opone a ello por razones que se verán más adelante.

La tormenta estalla con un artículo de Monseñor Augusto Salinas, titulado "Enemigos de Cristo", donde se acusa a los falangistas de tales y de vender "a Cristo por el vil puñado de unas monedas constituidas por prebendas electorales".

La Falange protesta el 12 de noviembre de 1947 por estas palabras (publicadas en "El Diario Ilustrado" el 9 de noviembre) y le pide al Episcopado un pronunciamiento.

La situación se torna muy delicada al reaccionar éste en la forma que da pie a la interpretación de la Falange: respalda a Monseñor Salinas al considerarlo ofendido por la protesta falangista, mientras reitera en forma general las enseñanzas eclesiásticas contra el comunismo.

Ante esto, el Consejo Nacional de la Falange acuerda el 19 de noviembre de 1947, en medio de un dramatismo en que se derraman muchas lágrimas, citar "a la Junta Nacional del Partido para que reglamentariamente convoque a un Congreso Nacional Extraordinario los días 6, 7 y 8 de diciembre próximo, destinado a pronunciarse sobre la disolución de la Falange Nacional, y a resolver la situación de sus parlamentarios." Entre los firmantes figuran entre otros Tomás Reyes Vicuña, Presidente de la Falange, y Patricio Aylwin, José Piñera Carvallo, Eduardo Frei, Vicente Sotta, Jorge Rogers, Rodomiro Tomic, Ignacio Palma y Bernardo Leighton.

Los dados parecen tirados, la suerte de la Falange sellada.

No es así. Dos Obispos, a través de cartas con publicación autorizada por ellos, dirigidas a falangistas que les plantean consultas, rompen el círculo vicioso. Monseñor Manuel Larraín y Monseñor Bernardino Berríos, de Talca y San Felipe, respectivamente, aclaran que no existe condena alguna en contra de la Falange como tal, sino sólo una censura específica en contra de un acto suyo: la "protesta" en contra de Monseñor Salinas.

Reunida la Junta Nacional de la Falange señala que "oída la cuenta del Presidente Nacional y considerando la amplia y precisa respuesta dada por el Excmo. señor Obispo Diocesano al presidente provincial de Talca, Sr. Eugenio Cruz, acuerda: 1) Reafirmar la continuidad de la Falange Nacional, rechazando, en consecuencia, la posibilidad de su disolución ; 2) Cancelar la convocatoria al Congreso Extraordinario citado para los días 6, 7 y 8 de diciembre."

Este incidente tan crucial en la vida de la Falange Nacional y en la de sus fundadores, constituye la única crisis de magnitud con la Jerarquía Eclesiástica chilena. Superado el momento, la situación empieza a cambiar. Por un lado, la Falange acentúa su carácter de partido no confesional , abierto a todos, católicos o no, que adhieran a los valores del Cristianismo y a la doctrina social cristiana. Por el otro, la Jerarquía católica empieza a renovar aceleradamente sus cuadros, mientras penetra por todos lados el espíritu que conduciría en los años venideros al Concilio Vaticano II y, más tarde, a la Conferencia Episcopal Latinoamericana de Medellín.

Entretanto, el debate está planteado en un ambiente tenso y difícil.

La posición de Leighton frente al "problema de la democracia y el comunismo", queda estampada en su discurso ante la Cámara de Diputados del 8 de enero de 1948, al discutirse el proyecto de ley sobre facultades extraordinarias solicitadas por González Videla para iniciar el sometimiento del Partido Comunista. Allí desarrolla a fondo su concepción democrática y preanuncia el rechazo que posteriormente expresará toda la Falange a través de Tomic en contra del proyecto de ley sobre defensa de la democracia que terminará poniendo al Partido Comunista fuera de la ley. Leighton sabe que su exposición causará un vendaval de críticas desde la derecha. Por eso, parte advirtiéndolo:

"Nada puede hacerse en la vida sin riesgo, sobre todo, nada profundo y duradero, como nosotros, modestos pero seguros, anhelamos que sea en definitiva la obra falangista. Afrontamos, por tanto, los riesgos de nuestra palabra y de nuestros hechos, y aspiramos a llevar nuestra política hasta sus últimas consecuencias..."
Acto seguido entra en materia dejando constancia de su "más completo desacuerdo con el criterio que sustentan el Presidente de la República y la mayoría derechista-radical-agraria frente al hecho, a las actividades y a los propósitos del Partido Comunista de nuestro país."

Establece entonces algunos criterios generales para enjuiciar a los grupos y a las personas:

"Para juzgar a los partidos políticos, como para juzgar a los hombres, no basta conocer sus principios, ni siquiera conocer sus actuaciones particulares. El juicio recto se forma con los principios doctrinarios y las actuaciones concretas; pero todo eso requiere, además, una limpia y atenta observación a través de los años y de los acontecimientos."

A continuación recuerda que el país lleva 17 años viviendo en democracia y que los partidos han desarrollado en plena libertad sus actividades.

"Por eso en nuestro país nos conocemos todos. Nos conocemos en nuestras doctrinas y en nuestras actuaciones, sin que ya podamos ocultar nada, y durante un lapso de 17 años de libertad, que es suficiente para juzgar a las colectividades políticas."

Recuerda después su propia conducta política:

"Cada vez que en nuestro país existió una subversión contra el régimen constitucional, yo acudí a la Moneda menos cuando, como ocurrió el 26 de julio de 1931, en la Moneda se encontraba la subversión."

"Estuve en ese sitio, ofreciendo mi entera adhesión moral, cuando se sublevaron las marinerías de los buques de guerra, cuyos principales dirigentes eran comunistas, contra el gobierno del radical señor Trucco; cuando se rebelaron contra el gobiemo de los partidos históricos que presidía el señor Montero, un grupo de aviadores y los conglomerados socialistes del señor Grove; a pesar de haber renunciado poco antes al Ministerio del Trabajo, fui también a la Moneda durante el gobierno liberal-conservador del Excelentísimo señor Alessandri, en aquel negro día de septiembre en que pretendió dar un golpe de estado el nacismo criollo de las huestes del señor González von Marés, a las que pertenecían entonces varios actuales diputados y dirigentes del Partido Liberal. Estuve finalmente en la Moneda cuando el señor Ariosto Herrera, en concomitancia con oficiales de la Guarnición de Santiago, aplaudido y estimulado hasta la víspera por la prensa de derecha de esta capital, se levantó en armas contra el gobierno legítimo del Frente Popular, presidido por el señor Aguirre Cerda."

"En resumen, ninguna subversión del orden público me ha encontrado a su lado, sino al frente; y para escoger el lugar de mi ubicación no miré los principios, los nombres y los afectos de los sublevados o de los gobernantes; solamente observé dónde estaba la Constitución y dónde su amenaza. Dios ha de darme fuerzas en mi vida política para nunca alterar el criterio ni la conducta, y me interesa declararlo así honestamente ante todos y cada uno de mis colegas de esta Cámara."

Leighton es reiterativo en este punto hasta la saciedad y sus argumentos están avalados por una conducta concreta que nunca se ha apartado de los criterios por él enunciados. En su discurso continúa recordando una fecha: el 26 de julio de 1931.

"Si otros la olvidaron, yo no la olvido. Podríamos decir que ese día nacimos a la vida política no pocos hombres de nuestro país y de nuestro parlamento, en las barricadas de la Universidad." Menciona después a varios de ellos de los diferentes partidos y afirma que entra a juzgar "al Partido Comunista de mi Patria, con pleno conocimiento de causa. No ignoro su programa, ni sus propósitos ni su filosofía. Soy contrario a su doctrina, porque la integridad de la mía, Católica, Apostólica y Romana, que se funda en la razón natural, en el Evangelio de Cristo y en las enseñanzas de su Iglesia, me conduce a oponerme a todas las demás doctrinas que sustentan los hombres de nuestro tiempo."

"Soy anticomunista, como soy antiliberal, como en materia religiosa soy antiprotestante, como en materia científica, no soy positivista. Pero -perdón honorables colegas y amigos de esta Cámara- yo no me detengo en lo negativo, porque existe una interpretación vital de la doctrina cristiana, capaz de enfrentar a las otras doctrinas, más que combatiéndolas, superándolas."

"Hace 17 años, acababa de restaurarse el régimen constitucional en nuestro país. Los universitarios de la época continuábamos reuniéndonos en la vieja casa de la Alameda. Un amigo con quien habíamos estado juntos durante las más duras horas de aquellas jornadas inolvidables, comunista, empezó a repartir un volante que propiciaba la inmediata instalación de un "Gobierno de obreros, campesinos y soldados". No demoré en discutir la improcedencia absoluta de esta propaganda tendiente a barrenar los fundamentos del régimen de derecho recién establecido. Esta fue la primera disparidad que tuve con los comunistas a raíz de la armonía con que habíamos actuado conjuntamente."

Leighton recuerda a continuación la fundación de la Juventud Conservadora y el método de asambleas públicas que organizaron como medio de propaganda, donde hablaba el que quería para decir su pensamiento libremente. Señala que allí conoció aún más de cerca al Partido Comunista, "no ya exclusivamente en sus principios doctrinarios, sino en lo que vale inmensamente más, en la aplicación concreta, cotidiana, extendida a lo largo de 17 años, de esos principios, de sus consignas, de sus tácticas y de sus propósitos."

Su conclusión:

"Estoy convencido que el Partido Comunista mantiene intangibles las finalidades centrales del pensamiento marxista. Pero yo le he visto cambiar en la manera de aplicarlo. Y no vacilo en declarar que, a mi juicio, ese cambio ha sido favorable en cierta medida, a la preservación de nuestro régimen constitucional y al proceso de elevación de los trabajadores en la vida política, social, económica y cultural de nuestro país."

"Desde aquella proclama antes aludida hasta el discurso que pronunciara en el Senado el señor Neruda, ha pasado mucha agua bajo los puentes del Comunismo, mientras en el mundo se han desencadenado torrentes de lágrimas y de sangre. Como no aspiro al don de la profecía, ignoro lo que sucederá mañana, pero como deseo la paz y el progreso Chile, trato de contribuir a que el Partido Comunista no vuelva nunca más a la acción subversiva de aquel lejano tiempo y crea y sienta y viva que el régimen de derecho es el único sistema que hace posible aportar la justicia de cada idea, el bien de cada hombre al acervo de la patria común. Si las cosas no suceden en el porvenir como yo las anhelo, mis colegas comunistas de esta Cámara saben muy bien dónde me encontrarán: en la defensa incondicional de los principios que he sustentado con lealtad y con perseverancia. Pero entre tanto, los falangistas estimamos que someter al Partido Comunista a un régimen de excepción, como lo propone en sus frases textuales el Mensaje del Ejecutivo, contribuye a debilitar en lugar de fortalecer, las defensas específicas de la democracia."

Leighton aborda después el ángulo internacional del problema. Señala que "no es acorralando a un grupo de compatriotas como mejor se contribuye a fortificar la unidad del pueblo, sin la cual es inútil pretender realizar una política internacional estable, firme y gallarda."

Para Leighton la única forma que tiene Chile de buscar el común destino americano es hacerlo como lo ha hecho siempre, "realizando una suprema fidelidad: la fidelidad a sí mismo. Sostengo que la actual política internacional de mi país, a la que se vincula el proyecto en discusión (sobre renovación de facultades extraordinarias), no responde a ese elemental deber de nuestro gobierno. El Partido Comunista actúa dentro del régimen democrático y no ha impedido, de hecho, la política exterior de Chile; los antecedentes traídos por el señor Ministro del Interior, (Almirante Holger), ya en tres ocasiones, a este recinto, no sirven sino para demostrar la pobreza de la afirmación contraria."

"La huelga del carbón, que sirvió de base para la anterior ley de facultades extraordinarias y para la que estamos discutiendo, fue una huelga legal que el gobierno no quiso arreglar con razones, sino con bayonetas; los paros que en esos días se produjeron fueron consecuencia preponderantemente de este criterio gubernamental, y desde entonces, hasta hoy día, el gobierno ha realizado una política de debilitamiento sistemático -que ha solido llegar hasta la destrucción- de las organizaciones sindicales y de la respetabilidad de las funciones administrativas. Pues bien, estos métodos están logrando dividir, atemorizar y empequeñecer a nuestros hombres de trabajo que es como decir a nuestro pueblo. Sobre esta base humana, aún exterminado el Partido Comunista, el Gobierno difícilmente podrá realizar una política internacional compatible con el honor de Chile."

Sus palabras finales piden consecuencia y rechazan toda aplicación unilateral de los principios:

"Aquello que condenamos en los países de la Europa Oriental, sometidos a la influencia rusa y que condenamos en Rusia, no lo justifiquemos en la Patria nuestra. ¡Hagamos que la vida en Occidente no se inspire en la de Oriente!"

"Debemos armonizar nuestra política exterior con la de Estados Unidos y, sobre todo, con la de Latinoamérica; pero para ello no podemos pagar el precio de una ley de excepción destinada a restar entereza moral y física a los chilenos que se sienten despedidos de su trabajo, desalojados de su hogar, separados de sus hijos, como ha sucedido en miles de casos conocidos en el Parlamento, porque lo quiso un gerente, porque lo ordenó un capitán o porque lo sopló un traidor a su clase. Así no se hace patria, honorables colegas, ni hacia afuera ni hacia adentro."

Su posición está fijada. Cuando se llegue a debatir algunos meses después la llamada "Ley de Defensa de la Democracia", Leighton no necesitará hablar de nuevo en la Cámara. Lo hará, en cambio, Radomiro Tomic, en uno de los discursos más brillantes de su carrera política, expresando la voz oficial de la Falange, contraria a esa legislación represiva y discriminatoria.

Mientras se supera este momento difícil para la Falange Nacional, camina un proceso muy profundo al interior del Partido Conservador, donde la idea social cristiana ha seguido abriéndose camino. Don Horacio Walker Larraín, el mismo que en 1938 preside el Partido Conservador cuando se separa la Falange Nacional, encabeza ahora al sector que muy pronto se convertirá en Partido Conservador Social Cristiano, consumando la segunda gran escisión del ya viejo y agotado Partido Conservador.

En las elecciones generales para elegir parlamentarios de 1949, Bernardo Leighton postula de nuevo a la Cámara, pero esta vez por la provincia de Bío-Bío. No tiene éxito. La Falange Nacional obtiene 3 diputados (Jorge Rogers, Tomás Reyes y Pedro Videla) y conquista, con Eduardo Frei, por primera vez un asiento senatorial.

CAPITULO XI

MINISTRO DE EDUCACION (1950-1952)
SENTIDO DE LA REFORMA EDUCACIONAL


A fines de febrero de 1950, el Presidente González Videla invita a la Falange Nacional a formar parte de un gabinete junto con radicales, conservadores social-cristianos y democráticos. Esta acepta después de recibir seguridades de que no se aplicarán las normas represivas de la llamada Ley de Defensa de la Democracia.

El Partido Radical, aliado hasta ese momento con liberales y conservadores tradicionalistas, ha decidido poner fin a esta combinación política y busca ahora el apoyo de fuerzas susceptibles de situarse en una posición de centro-izquierda. González Videla, al explicar este cambio, dice el 4 de marzo de 1950 en La Serena: "Simplemente constato un hecho: el radicalismo quería una combinación distinta en su calidad de árbitro de la mayoría parlamentaria y doy satisfacción a ese anhelo democrático." Agrega más adelante: "He cooperado a los esfuerzos que mi partido hiciera para dar una nueva base de gobierno a la República. Era mi deber."

Bernardo Leighton acepta el Ministerio de Educación, mientras Ignacio Palma es nombrado Ministro de Tierras y Colonización. Tres conservadores social-cristianos también se incorporan al gabinete: Horacio Walker Larraín, Ministro de Relaciones, Carlos Vial Espantoso, Ministro de Hacienda y el Dr. Jorge Mardones Restat, Ministro de Salud.

Esta designación vuelve a poner a Leighton en plena actividad política. Su elección para el cargo de Ministro de Educación en un gobierno presidido por un radical no ha carecido de problemas. Quedan todavía rescoldos de viejas querellas entre laicistas y católicos en la atmósfera política. Puede pensarse que la entrega de este Ministerio a un católico implica una abdicación del Presidente a sus ideales políticos de toda su vida. No es así. Se confía plenamente en el espíritu abierto, no sectario y eminentemente democrático de Leighton.

En la primera sesión de gabinete, el Presidente hace una alusión a la cantidad de católicos que hay en él. Recuerda Leighton:

"Eramos seis los Ministros católicos. Los tres conservadores socialcristianos, los dos falangistas y un radical. El Presidente abrió la sesión de gabinete y dijo: 'Por primera vez me corresponde presidir un gabinete con seis Ministros católicos. Además, esta primera sesión de gabinete la estamos celebrando en el lugar donde estuvo antes la capilla de la Moneda.' Efectivamente, ahí había estado antes la capilla de la Moneda."

Acota también que "la cartera de educación fue, de las tres que he ejercido en mi vida, la más dura y pesada. Había demasiada labor puramente administrativa que hacer. Me correspondió, además, estar en momentos dramáticos del acontecer político y defender, consecuentemente, al gobierno del que formaba parte."

"Recuerdo una tentativa de hacer caer al gobierno que se llevó a cabo por algunos elementos socialistas. Un día se denunció el rapto de dos dirigentes sindicales: Edgardo Maas y Domiciano Soto. Se quiso responsabilizar al gobierno. Aunque después se estableció que se había tratado de un autosecuestro, en esos momentos se actuaba a tientas y nada se sabía con certeza. En todo caso, el Presidente de la República actuó rápidamente y ofreció una recompensa a quien diera noticias sobre el paradero de los 'secuestrados'. Una nota curiosa: la recompensa debió salir en definitiva del bolsillo del Presidente, porque en esa época no había fondos que pudieran destinarse a esos fines, en el Presupuesto de la Presidencia. Mientras vivíamos estos sucesos, me llegó la noticia de que el profesorado se aprestaba a ir a la huelga. Las remuneraciones eran muy bajas. Sin embargo, esta vez se quería arrastrar al profesorado a la huelga para presionar al gobierno a que reconociera su responsabilidad en el 'secuestro' de Maas y Soto. Decidí ponerme en contacto directo con el profesorado y, sin anuncio previo, concurrí a una reunión que celebraban en un teatro de Santiago. Cuando llegué me invitaron muy amablemente a sentarme en la tribuna instalada en el escenario. Hacía uso de la palabra en ese momento un hombre más bien joven que acusaba directamente al Gobierno de ser el autor del secuestro. Apenas terminó pedí la palabra y hablé. Empecé diciendo que quien acababa de hablar no era profesor, sino dirigente de un sindicato de empleados hoteleros: 'Me interesa mucho oir a los profesores sobre sus problemas específicos.' Y respecto a la acusación lanzada por el dirigente sindical aludido, a quien yo conocía por mis actividades profesionales en defensa de sindicatos, le respondí directamente. Señalé que no había dado ningún antecedentes para fundamentar seriamente su acusación. En cambio, dije, 'el gobierno está haciendo cuanto puede para saber quiénes son los autores del secuestro. Incluso está dispuesto a sancionar a miembros de la policía si se llega a establecer fehacientemente la responsabilidad de alguno de ellos. El gobierno ha llevado el caso a los tribunales para que éstos presidan la investigación y ha ofrecido dinero (200.000 pesos) al que denuncie a los autores del secuestro.' Agregué que sobre el tema no quería decir nada más y que ahora sólo me interesaba escuchar a los profesores en relación con sus problemas. Así ocurrió. Hablaron varios profesores. Contesté un par de veces sus afirmaciones y preguntas. La Asamblea se alargó bastante. Al final, no se acordó la huelga que se había pensado declarar en ese acto. Al retirarme a mi casa llevé en el auto del Ministerio a varias profesoras."

"En ese gabinete volvimos a estar en una misma trinchera don Horacio Walker y yo. Recuerdo su gestión por solucionar el problema de la salida al mar para Bolivia. Hoy se puede contar: Don Horacio trató de encontrar una fórmula que le diera salida al mar a Bolivia sin que cortara en dos el territorio nacional y que contara con el apoyo de Perú, necesario según el tratado de 1929 con ese país. La gestión, que él inició al acompañar a González Videla en un viaje a Estados Unidos, se malogró por un ultranacionalismo de la oposición, que denunció todo como una traición a la patria. Eso fue injusto, pues don Horacio quería, en el interés de Chile, solucionar un problema que entorpecía las relaciones entre los dos países. El tiempo le ha dado la razón y ha demostrado que su gestión naufragó exclusivamente ante un apasionamiento ciego en su contra."

"Por su parte, Ignacio Palma desarrolló una gran política desde el Ministerio de Tierras y Colonización. Además, era él quien intervenía con mucha claridad y entusiasmo en los debates de política general que se llevaban a cabo dentro de los consejos de gabinete. Yo disponía de muy poco tiempo para ello."

"Antes de poner fin a mi gestión de Ministro, dejé lista para la promulgación la ley que creaba la Universidad Técnica del Estado (hoy Universidad de Santiago). Ella existía ya por obra de un decreto del gobierno de Gabriel González Videla, siendo Ministro de Educación don Alejandro Ríos Valdivia. Su consagración definitiva, sin embargo, se llevó a cabo en esta ley. En ella tuvo también una participación muy activa el socialista Armando Mallet, Ministro de Educación en el gabinete llamado de "concentración nacional" del gobierno de González Videla."

En un informe presentado por Bernardo Leighton al Consejo Nacional de la Falange, con fecha 31 de octubre de 1952, da cuenta de su gestión como Ministro de Educación entre marzo de 1950 y febrero de 1952.

Como "Punto de partida", señala que "la circunstancia de ingresar al gobierno en momentos bien imprevistos y carecer la Falange de política propia en materias educacionales, me obligó a proceder con suma cautela abordando ante todo el conocimiento y la solución de los problemas concretos pendientes en el Ministerio y dejar para más tarde la formulación de una política educacional falangista."

Existe, además, la necesidad de llevar a cabo un "esclarecimiento previo": "Había necesidad de borrar de inmediato la influencia de un hecho más aparente que real, pero que podía entorpecer gravemente la acción futura. En efecto, después de muchos años, llegaba al Ministerio de Educación, de larga y combativa tradición laica, un ministro perteneciente a un partido de inspiración católica, lo que estaba llamado a producir reacciones peligrosas y a restar la cooperación indispensable de funcionarios y maestros. Para cortar de raíz el nacimiento de cualquiera perturbación de tal naturaleza hice saber a los Jefes de Servicios del Ministerio y a los dirigentes de las organizaciones del profesorado que yo entendía como un imperativo de mi doctrina la obligación de extender y perfeccionar la enseñanza del pueblo antes que la preocupación circunscrita a la enseñanza religiosa. Confirmada muy pronto por los hechos esta declaración de mi parte, tuve la suerte de no encontrar en mi tarea ningún tropiezo brotado del recelo que pudo originarse en mi calidad de político católico."

Entra después a reseñar en detalle la tarea realizada, cosa que no cabe reproducir aquí. Algunos pocos ejemplos dan, sin embargo, una idea del desempeño de Leighton en este cargo:

- A través de su intervención en los presupuestos de 1951 y 1952 logra elevar sustancialmente los recursos para aumentar las plazas de profesores de los diversos niveles de la enseñanza nacional, así como para la construcción y reparación de locales escolares. La Sociedad Constructora de Establecimientos Educacionales reconoce, en memoria del 18 de abril de 1952, "que la cooperación del Estado a la integración del fondo social se ha vigorizado en forma positiva durante el último tiempo" y expresa su "reconocimiento a S.E. el Presidente de la República y al ex Ministro señor Leighton, a cuya iniciativa se deben estos aportes de carácter extraordinario." La Sociedad ve en esta conducta "el punto de partida de una política de efectivas realizaciones".

- La Ley No 9.864 del 15 de enero de 1951 estableció el pago de una subvención equivalente a la mitad del costo de un alumno de la enseñanza fiscal, en favor de los establecimientos particulares de educación gratuita. Leighton destaca "el hecho de que esta ley, nacida de un proyecto de un senador conservador tradicionalista, que los conservadores social-cristianos y los falangistas hicimos realidad antes de un año de nuestra labor gubernativa; la derecha fue incapaz de aprobarla en los dos años y medio de su permanencia en el gobierno a pesar de la enorme mayoría parlamentaria de que disfrutó en todo momento la combinación de Concentración Nacional que ella integraba y que le sirvió, entre otras cosas, para promulgar cuatro leyes de facultades extraordinarias represivas." Como resultado de esta ley, por primera vez recibieron subvención estatal numerosos colegios confesionales y no confesionales de enseñanza gratuita. El 27 de marzo de 1952, la FIDE, en carta firmada por Manuel Edwards, SS. CC., Presidente Nacional y Jorge Gómez Ugarte, Secretario, le expresa a Leighton que "acordó por unanimidad dirigirse a usted para expresarle los agradecimientos más sinceros de la Federación por la forma tan comprensiva e inteligente con que durante su permanencia en el cargo de Ministro de Educación Nacional atendió los problemas de la enseñanza particular." Deja también constancia de que "en todo momento encontró en usted al Ministro abnegado y el amigo leal que dio a los establecimientos particulares de enseñanza la protección y las garantías que se le deben. Con ellos, Ud. ha comprometido para siempre la gratitud de la FIDE. Por lo mismo, esta Federación ha visto con profundo sentimiento su alejamiento del Ministerio de Educación."

- Las remuneraciones del profesorado son sustancialmente mejoradas: "La remuneración base del profesor primario, del secundario y del profesional (horas comunes) experimentó un aumento durante mi gestión ministerial de un 84,2% y la renta media en conjunto del profesor fiscal, un aumento de 126% , en circunstancias que el costo de la vida ha subido en el período enero1950 - octubre 1952 en un 73%, produciéndose por consiguiente una diferencia favorable al poder adquisitivo real de las remuneraciones de los maestros de un 11,2% en el sueldo base y de un 53% en la renta media."

- Impulsa los estudios sociológicos en el campo de la educación, motivando una carta de don Eduardo Hamuy, profesor de sociología, dirigida a Leighton, que en sus párrafos principales dice: "La finalidad del Instituto de Investigaciones Sociológicas de la Universidad de Chile es formar especialistas en Sociología, y realizar investigaciones en el campo de esta disciplina. Por el momento y, probablemente, por varios años nuestras investigaciones se limitarán a los problemas de Sociología Educacional de Chile: analfabetismo, inescolaridad, ausentismo y deserción escolar, es decir en general, a los grandes problemas educacionales de nuestro pueblo. Creemos que ambas finalidades se cumplen por primera vez en Chile. Debo reconocer que esta empresa cultural no podría haberse organizado sin su estímulo y ayuda constante desde el Ministerio de Educación; por lo tanto, muy legítimamente puede considerar el Instituto como una parte de su obra como Ministro."

- En medio de la atención de "los mil problemas cotidianos del Ministerio, redacté en 1950, con la colaboración del profesor, Hernán Godoy, un memorandum sobre política educacional". "Mi condición de falangista me indicaba proceder en esta forma, ya que la Falange tiene grabada en su destino la misión de mirar hacia las soluciones de cada día y proyectarlas hacia el porvenir en las cuestiones de la vida nacional que le toca abordar." Resumiendo el "sentido de la reforma", expresa Leighton que "se intenta iniciar una política educacional integral y orgánica. No se pretende realizar directamente la reforma educacional (problema que no es posible abordar precipitadamente ni por medio de una ley), sino que se intenta crear las condiciones previas indispensables para que tal reforma se realice gradualmente con el aporte de toda la nación. En otras palabras, en vez de implantar desde el gobierno determinadas ideas pedagógicas, se quiere que éstas sean expresadas por la nación a través de organismos nuevos que perfeccionen la estructura del Estado Docente. Por último, es conveniente señalar que se desea incorporar a estas ideas centrales de política educacional todas las sugerencias valiosas que puedan ofrecer las instituciones, la opinión pública o las personas interesadas en el progreso de la educación, para dar forma al proyecto de ley que será enviado al Congreso Nacional." La reacción más interesante llega de la Comisión de Educación de la Federación de Educadores de Chile. Con fecha 3 de agosto de 1950 expresa en la parte principal: "El proyecto del Ministro Sr. Leighton contiene las siguientes ideas fundamentales:

1) La necesidad de establecer una relación más estrecha entre el sistema educacional y las actividades sociales y económicas mediante Consejos provinciales y comunales, a fin de que aquél pueda satisfacer en mejor forma las necesidades educacionales del país.

2) La formación de un Fondo Económico de Educación, destinado a suplementar los recursos de que actualmente se dispone para satisfacer las necesidades materiales de la educación y para ampliar las oportunidades educacionales.

3) La creación de un organismo central coordinador y orientador de la política educacional del estado y de la labor de los servicios educacionales, y

4) La descentralización del sistema educacional mediante los Consejos Provinciales y Comunales ya mencionados.

El proyecto no pretende realizar directamente la reforma integral de la enseñanza, sino crear las condiciones previas para que tal reforma se realice gradualmente con el aporte de todas las fuerzas de la nación. El Magisterio coincide plenamente con estos principios generales. Ellos forman parte de su programa de lucha desde hace muchos años, y han sido ratificados por diversas convenciones y congresos."

Este respaldo, de un órgano pluralista donde la Falange es muy minoritaria, es para Leighton la mejor demostración de que ha sabido interpretar en su acción las aspiraciones de las grandes mayorías.

En la Cámara de Diputados tiene ocasión, por último, de responder a ciertas críticas:

"El presidente del Partido Conservador Tradicionalista, don Joaquín Prieto, sostuvo que un Ministro de Educación católico es un prisionero de las Direcciones Generales, de los Inspectores, de los decretos y de las organizaciones secretas que todo lo dirigen a su voluntad, contra la voluntad del Ministro. Está profundamente equivocado el señor senador. Sería tremendamente desconsolador si fuera verdad lo que ha dicho el señor Prieto Concha, porque, entonces, los católicos tendríamos muy poco que hacer en la enseñanza pública de nuestro país y no nos quedaría más que recluirnos en las escuelas y colegios particulares de educación católica. Afortunadamente, las cosas no son como él las pinta."

"Un Ministro de Educación católico no es un prisionero en el Ministerio ni depone la voluntad propia en aras de la voluntad ajena. No es un secreto para nadie que los jefes superiores de la educación como los de otros servicios de la Administración Pública pertenecen a un partido político de principios muy distantes del catolicismo. Sin embargo, esto no es toda la realidad. Esos jefes poseen, además de sus principios doctrinarios, preparación pedagógica, larga experiencia educativa y un claro sentido de responsabilidad que nuestra democracia organizada en el curso de los años ha impreso como norma general a los hombres que participan en la función pública."

"En razón de estas circunstancias, un católico puede realizar mucho de lo que piensa en servicio de la educación de nuestro país. Naturalmente, puede realizar esta tarea siempre que busque como objetivo esencial de su política, no la imposición de sus creencias antes de impulsar el perfeccionamiento científico y cultural del pueblo, sino todo lo contrario: impulsar el perfeccionamiento científico y cultural del pueblo, en la generosa confianza de que, a su término, el hombre podrá llegar razonablemente a la verdad religiosa."

"Es lo que yo traté de hacer, en el Ministerio de Educación Pública, al servicio de mi país y de mi partido."

CAPITULO XII

PARENTESIS PROFESIONAL CON FUGACES
INCURSIONES POLITICAS (1952-1964)

"Cuando salí del Ministerio de Educación debí dedicarme intensamente a ejercer mi profesión, porque mi situación económica se había empeorado peligrosamente. Trabajé de preferencia como abogado de sindicatos. Nunca fui abogado de empresas. Esto me alejó bastante de la actividad política a partir de 1952. Debimos dejar la casa donde vivíamos, porque no nos alcanzaba para pagar el arriendo. Tuvimos que vivir un tiempo en la casa de un tío de mi mujer. Sólo más tarde pudimos comprarnos una casa pequeña, que conservamos hasta hoy."

Imposible dejar pasar estas palabras de Leighton sin un breve comentario. La función pública no lo ha enriquecido. Sale pobre del Ministerio de Educación. No le alcanza siquiera para pagar el arriendo de la casa en que vive. Debe irse a vivir a la casa de un pariente de su esposa. Hay aquí todo un símbolo del estilo practicado durante toda su vida. La política es un servicio, una vocación, vivida con desinterés y desprendimiento. Leighton afirma que son muchos los políticos que no se han enriquecido con la política, sino todo lo contrario. Esto desmiente la imagen proyectada por cierta propaganda.(13)

Respecto al abandono del Ministerio por parte de la Falange, Leighton señala que se produce dentro del marco difícil generado por la situación interna del Partido Radical, agitado al extremo por la elección de su candidato presidencial. Un sector del mismo, que constituye la corriente llamada doctrinaria, llega a no reconocer la nominación oficial de Pedro Enrique Alfonso, triunfante en la lucha interna del Partido Radical. "Creo que todo esto desgastó desde la partida a la candidatura, que los falangistas a la postre apoyamos. Aunque Ibáñez llegó muy lejos delante del candidato radical, pienso que el resultado pudo ser más estrecho de no mediar estas desgraciadas circunstancias."

"Respecto a Ibáñez pensé siempre que si ganaba no volvería ser dictador. Aunque yo no fui partidario de levantar la candidatura de alguien que había sido dictador, nunca creí que volvería a serlo. Y así sucedió. Fue un Presidente que respetó la Constitución. Incluso más, al final de su gobierno derogó la Ley de Defensa de la Democracia, sustituyéndola por la de Seguridad Interior del Estado, y dictó una nueva ley electoral que estableció la cédula única, vieja idea de Jorge Rogers, que terminó con el cohecho. Para llevar a cabo estas medidas, logró un pacto de saneamiento democrático en el que participamos los demócratas cristianos, los radicales y los socialistas."

"Recuerdo que Juan Bautista Rossetti trató una vez de presentarme a Ibáñez. Yo no quería, porque pensaba que él no tenía interés en ello. Pero Rossetti insistió y durante una recepción en la Nunciatura se acercó conmigo a él y presentándome le preguntó si me conocía. Ibáñez respondió secamente: 'Sí, lo conozco' y no dijo nada más. Es posible que se haya acordado de mi participación en su caída, desde las barricadas de la Universidad. Otra vez nos saludamos cortés, pero fríamente durante los funerales del ex-Alcalde de Santiago don Absalón Valencia. Fueron los únicos contactos personales que tuve con este personaje tan especial de la política chilena. Ibáñez tenía un talento no corriente. Hubo quienes sostenían que era fuerte, pero no inteligente. Don Rafael Luis Gumucio pensó, en cambio, todo lo contrario: que era muy inteligente, pero débil. Su aspecto era simpático y cordial, a pesar de su figura solemne y militar que tenía. Pienso que durante su segundo gobierno sólo quiso borrar el recuerdo de su dictadura. Eso le preocupó mucho, creo."

"Siendo yo Ministro del Interior del gobierno de la Democracia Cristiana bajo la Presidencia de Eduardo Frei, le planteé a él la necesidad de colocar en la Moneda el busto del ex-Presidente Ibáñez, ya fallecido. Frei me encargó que me preocupara del asunto y así lo hice. Hablé con la familia y ésta hizo hacer el busto, que resultó una obra magnífica, una de las mejores que llegaron a decorar la galería de los presidentes del palacio de la Moneda. Tuve el honor de estar con el Presidente Frei y con miembros de la familia Ibáñez, durante la inauguración del busto."

"Mis actuaciones políticas durante el período presidencial de Carlos Ibáñez del Campo fueron esporádicas. Una vez fue candidato a diputado por Santiago, en una elección complementaria, mi gran amigo Rafael Agustín Gumucio. La oposición al gobierno se reunió tras él. ¡Proteste con Gumucio! fue el grito de batalla. El candidato del gobierno fue Clodomiro Almeyda, del Partido Socialista Popular. Participé, naturalmente, en la campaña con gran entusiasmo y ganamos. La Falange pasó a tener cuatro, en vez de tres diputados. Poco tiempo después se nos agregó un quinto, José Musalem, al fusionarse con nosotros el Partido Nacional Cristiano, que él presidía."

"Por ese tiempo empezó el crecimiento acelerado del social-cristianismo chileno. En las elecciones municipales de 1956 pasamos a tener el 9% de los votos y un año después, en 1957, subimos al 13% en las elecciones parlamentarias. En 1957 creamos el Partido Demócrata Cristiano, fusionando al Partido Conservador Socialcristiano, a la Falange y otros grupos pequeños de ex agrario-laboristas."

"En 1958 llevamos por primera vez candidato propio a la Presidencia de la República, designándose al efecto a Eduardo Frei. Durante esa campaña trabajé bastante. Si bien salimos terceros, el partido salió fortalecido. Los 16 diputados que habíamos obtenido en 1957 prestaron un gran servicio."

"Durante el gobierno de Jorge Alessandri, entre 1958 y 1964, seguí básicamente dedicado al ejercicio de la profesión. Pese a ello, participé en algunas actividades políticas nuevamente. Así por ejemplo, fui de nuevo candidato a diputado por Santiago, en una elección complementaria en 1962. Fui derrotado por Gustavo Mönckeberg apoyado por la derecha y los radicales. El otro candidato perdedor fue Sergio Recabarren, apoyado por la izquierda. Como dato curioso puedo señalar que mis dos adversarios habían pertenecido en su juventud al nazismo criollo, que, para diferenciarlo del alemán, ellos lo escribían con "c": nacismo, Partido Naci, etc."

"Aparte de esto tuve otras actuaciones muy esporádicas. Por ejemplo, cuando murió un dirigente nuestro del sector de la Salud, al ser atropellado por un carro lanza-agua (popularmente llamados 'guanacos') de Carabineros que iba retrocediendo. En el cementerio le rendí homenaje, dejando expresa constancia que no veíamos responsabilidad gubernamental o policial en este hecho. Para nosotros fue una pérdida dolorosa, porque se trataba de un gran dirigente sindical."

"Durante estos años siguió creciendo la Democracia Cristiana. Así la ley que prohibía los pactos electorales, dictada a iniciativa de conservadores y liberales especialmente para perjudicarnos, terminó favoreciéndonos y permitiéndonos alcanzar una alta representación parlamentaria en las elecciones generales de 1961 (23 diputados y el 16% de la votación). En 1963, en las elecciones municipales, pasamos a ser la primera fuerza política individual del cuadro político chileno, colocándonos en óptima situación para poder aspirar con éxito a la Presidencia de la República. La DC sacó, en efecto, el 22,7% de las preferencias, desplazando de su primer lugar al Partido Radical, que obtuvo el 21,6% ." (14)

"El entusiasmo que reinaba al interior del partido era contagioso. Se transmitía a todos los rincones del país. En los sindicatos y en las universidades tuvimos triunfos muy grandes. En estas últimas llegamos a tener la Presidencia de casi todas las federaciones de estudiantes. En la CUT pasamos a movernos entre un cuarto y un tercio de las fuerzas representadas en su interior. Ganamos posiciones en los sectores campesinos y de pobladores. Las mujeres nos dieron un apoyo especialmente entusiasta. Todo giraba alrededor de una voluntad común: llevar a cabo los cambios necesarios, sin caer jamás en la violencia. Consolidar la democracia como el instrumento más adecuado para transformar el país. Ampliar la participación del pueblo en las tareas y bienes de la nación."

Por esta época cumple Bernardo Leighton 30 años como abogado, exactamente el 8 de julio de 1963. Como tiene derecho a jubilar presenta su solicitud y empieza a tramitarla. Un amigo personal suyo, Jorge Rogers Sotomayor, comprueba que Leighton está pidiendo jubilación de abogado, pudiendo hacerlo como diputado. Sin decirle nada, pide en su representación el cambio. Al ir tiempo después Leighton a ver cómo marcha su asunto, descubre la intervención de Rogers. Aunque muy agradecido por el gesto, no acepta el cambio y mantiene su decisión de jubilar sólo como abogado, renunciando a un ingreso mensual tres veces superior. A Leighton le parece absurdo jubilar en ese momento como parlamentario, en virtud de haberlo sido entre los años 1945 y 1949. Se trata, otra vez, de una conducta ética intachable, en que él renuncia a un derecho legal que, a juicio suyo, no es justo.

"En marzo de 1964 volví a la actividad política y me dediqué a trabajar por Frei en su segunda candidatura presidencial. Por esos días se produjo la elección complementaria de un diputado por Curicó, que pasó a la historia como el "naranjazo", por el triunfo del Dr. Naranjo sobre el candidato de la derecha y el de la DC. Recuerdo que antes del acto electoral tuve una conversación con Salvador Allende y le dije que si ellos triunfaban ganarían un diputado, pero perderían la Presidencia de la República. Salvador me miró escéptico. Por mi parte, producida la elección y retirada la candidatura de Julio Durán por propia decisión suya, me moví de inmediato para que se produjera el apoyo de la derecha a Eduardo Frei. Hablé especialmente con dirigentes conservadores y también con algunos liberales. Les dije que a ellos no les quedaba otro camino que apoyar a Eduardo Frei en forma incondicional. Sabían ellos que bajo su gobierno se respetarían la Constitución y las leyes, pero que se llevaría a cabo, sin transacción alguna, el programa de reformas económico-sociales que estimábamos imprescindibles para hacer avanzar al país. Este planteamiento tomó muy rápidamente cuerpo dentro de ambas fuerzas y terminaron aceptando el retiro de Durán y dándole su apoyo al candidato de la DC. Frei, entretanto, no se cansó de repetir al país que no cambiaría su programa ni por un millón de votos. El apoyo de la derecha tuvo un sólo problema durante la campaña: su anticomunismo y el temor que a través de su propaganda sembraron en el electorado. La izquierda bautizó esto como 'campaña del terror'. Nosotros fuimos contrarios a esto y se lo llegamos a plantear al propio gobierno de Jorge Alessandri. Una vez hablamos este asunto con don Sótero del Río, Ministro del Interior, un hombre fuera de serie por su honestidad, capacidad y espíritu abierto para ejercer el cargo que tenía. Estuvo de acuerdo con nosotros que dicha campaña atemorizante era insana y que había que tratar de evitarla. Pese a que el Ministro y el Presidente procuraron frenarla, ella siguió adelante y hasta un discurso grabado de doña Juana Castro, terriblemente contraria a su hermano Fidel, fue irradiado al país poco antes de la elección. Nosotros fuimos contrarios a esto, porque pensábamos que eso envenenaba la atmósfera política y dificultaba, entonces y después, el diálogo normal de todos los partidos políticos, tan necesario para el buen funcionamiento de la democracia. Creo que el tiempo nos dio la razón. En las elecciones presidenciales de 1970 volví a preocuparme de este asunto y hasta presidí una comisión investigadora de la Cámara, que puso de relieve aspectos bastantes ingratos de este método político tan perjudicial para la convivencia democrática."

De este último tema volverá a hablarse al final del próximo capítulo.

CAPITULO XIII

MINISTRO DEL INTERIOR, VICEPRESIDENTE
DE LA REPUBLICA Y DIPUTADO BAJO LA PRESIDENCIA DE EDUARDO FREI (1964-1970)


"El 4 de septiembre de 1964 triunfó Frei por una mayoría inmensa de votos, no necesitando ser elegido por el Congreso Pleno. Pudo, en consecuencia, dedicarse con relativa tranquilidad a preparar su gobierno, empezando por buscar a las personas que lo podrían acompañar como ministros de su gabinete. A mí me ofreció ser su Ministro del Interior, cosa que acepté después de pensarlo durante algunos días. Cuatro designaciones recayeron en hombres que lo acompañarían a lo largo de todo su mandato: Gabriel Valdés, Ministro de Relaciones, Hugo Trivelli, Ministro de Agricultura, Ramón Valdivieso, Ministro de Salud y Raúl Troncoso, Ministro Secretario General de Gobierno. Nunca en mi vida había visto un caso de estabilidad igual. Frei, tuvo, en realidad, muy pocos cambios ministeriales. Durante los días previos a la toma del mando, estudió muy a fondo los pasos que daría apenas asumiera. De allí salieron orientaciones de trabajo para mucha gente, que se dedicó a preparar todo lo que se iba a hacer. Estudios previos había muchos, de modo que la tarea estaba bastante adelantada. Allí se acordó darle prioridad a la "chilenización del cobre", eje central del financiamiento del desarrollo chileno; se decidió también llevar a cabo una gran ofensiva en la educación, para que llegara a todo niño chileno; se le señaló también una clara prioridad a la reforma agraria, aplicando la ley vigente y preparando una nueva ley más dinámica y avanzada; se dieron los pasos para estimular, por vías legales nuevas, la sindicalización campesina y la participación popular en general, especialmente a través de los centros de madres y juntas de vecinos. En el campo internacional se decidió, desde una perspectiva latinoamericanista, darle mucha prioridad a la total integración y a la normalización de las relaciones con los vecinos. Especialmente con Argentina se quiso acelerar la solución de los problemas limítrofes pendientes y acrecentar la cooperación económica entre las dos naciones hermanas. Se resolvió también restablecer relaciones diplomáticas normales con los países socialistas de Europa."

"En este programa de gobierno recogimos muchas ideas que habían tenido un largo desarrollo. La reforma agraria, por ejemplo, nos preocupó desde muy temprano en nuestra vida política. Ya en el Partido Conservador habíamos escuchado a algunos dirigentes inquietos por esa materia. Después, cuando Frei fue Ministro de Obras Públicas, en 1945, planteó el asunto a través de un proyecto de ley de fondo de regadío. La estructura agraria era completamente inadecuada para satisfacer las necesidades de alimentos del país y de tierras para aquellos que realmente la trabajaban".

"Nuestras inquietudes por las deficiencias educacionales del país se plasmaron en el plan que en esta materia llevamos a cabo. Y así en muchos otros campos."

"Como Ministro del Interior definí dentro del gabinete un criterio que me parecía importante. Yo no era jefe de gabinete en el sentido europeo occidental de la expresión, esto es, jefe de gobierno, sino que mi tarea se limitaba al campo administrativo. En Chile, conforme a la Constitución de 1925, continuadora de la de 1833, el jefe de gobierno se confunde con el Jefe de Estado en la persona del Presidente de la República. Es él quien tiene la conducción política del gabinete, cosa que, por lo demás, han hecho todos los Presidentes y, por supuesto, también Frei. La dimensión política del cargo de Ministro del Interior adquiere su máxima dimensión cuando le corresponde ocupar el cargo de Vicepresidente de la República. Me correspondió cuatro veces ejercer ese cargo, una vez por casi un mes completo, cuando Frei viajó a Europa."

"En el gabinete mantuve mi criterio de no discutir en lo posible materias de detalles, correspondientes a cada ministerio. Al reunirse los Ministros debían, a mi juicio, discutir las líneas gruesas solamente. Los detalles podían hacerlo en sus respectivos Ministerios o directamente con el Presidente de la República."

"El Ministerio del Interior fue el que ejercí con más tranquilidad. Cuando fui Ministro del Trabajo tuve pesadas jornadas, especialmente cuando viajaba a tomar directo contacto con los conflictos que se planteaban. Se había creado ya el Frente Popular, que tenía gran influencia entre los trabajadores, haciendo más difícil mi tarea. En el Ministerio de Educación, como ya expresé, la tarea era pesadísima en el campo administrativo. Quitaba mucho tiempo y costaba encontrar el tiempo necesario para ver las cosas en su conjunto y poder planificar. Tal vez por la madurez que dan los años, el Ministerio del Interior me resultó el más aliviado de los tres."

"A raíz de unos almuerzos que tuve al comenzar a ejercer mi cargo como Ministro del Interior con los diputados liberales, destinados a buscar acuerdo para algunos proyectos en la Cámara de Diputados, me bautizaron en un artículo como el 'hermano Bernardo'. El tono del artículo era crítico e irónico. Alguien me dijo que contestara. No quise. Después resultó que este apodo, originalmente crítico, burlón, se convirtió en una forma cariñosa de tratarme, en un apodo amistoso y cordial que, por cierto, jamás me molestó. De alguna manera terminó reflejando lo que yo siento por las personas en el fondo de mi alma." (15)

"Las relaciones entre el Partido Demócrata Cristiano y el Gobierno me preocuparon siempre. Sostuve la tésis de que había que buscar llegar a acuerdo en todas las cosas importantes con el Presidente de la República y que, en caso de no lograrse, debía primar la opinión del Presidente. El Partido podía perfectamente seguir tratando de buscar la forma de llegar a un acuerdo. A pesar de muchas dificultades, esta fue la línea que se mantuvo durante todo el Gobierno. En el sistema político que había en Chile no cabía otra solución."

"En marzo de 1965 me correspondió tener el control de las elecciones parlamentarias. Las Fuerzas Armadas y Carabineros, que desde el gobierno de don Pedro Aguirre Cerda tenían por ley la obligación de resguardar el orden público y velar por la corrección del acto electoral, actuaron impecablemente. El resultado para el PDC fue espectacular. Obtuvimos casi un millón de votos y sacamos 82 diputados y 13 senadores. Así, en la Cámara de Diputados quedamos con la mayoría absoluta. En el Senado no, porque allí sólo se elegía una parte del mismo. Hago memoria que, poco después de entrar en funciones el nuevo parlamento, asistí a la Cámara. Al mirar a sus miembros y compararlos con los que había conocido en 1924, cuando con 15 años visité por primera vez esa Corporación desde las galerías para el público, y con los que conocí cuando fui diputado entre 1945 y 1949, constaté cambios muy sustanciales en su composición social. De un parlamento de los grandes apellidos, se estaba ahora en uno con una variedad inmensa, donde predominaban los sectores medios y populares. La DC aportó, además, una presencia femenina bastante importante al llevar 10 mujeres a la Cámara."

"La falta de mayoría en el Senado debió habernos movido a buscar algún tipo de entendimiento político para llegar a tenerla. Pienso que debimos haber buscado el entendimiento claro con los radicales. Es evidente, miradas las cosas con distancia, que allí estuvo una de nuestras grandes equivocaciones. Puede argumentarse que ello era difícil, pero a la luz de la tragedia vivida por la democracia chilena, pienso que hubo allí una falla grave."

"Recuerdo también algunos momentos difíciles que me tocó vivir como Ministro del Interior. Tuvimos varias veces que acudir al uso de la fuerza pública. En el conflicto de la mina El Salvador hubo una circunstancia muy desgraciada. Nadie en el gobierno, yo incluido, quiso que se matara gente. En la Cámara de Diputados, no obstante, asumí personalmente la responsabilidad política de haber entregado el manejo del asunto a las Fuerzas Armadas. Al investigarse los hechos se vio que la desgracia se había originado en errores básicos, al igual que en Puerto Montt, cuando era Ministro del Interior Edmundo Pérez Zújovic. Tampoco él había dado entonces órdenes de proceder con violencia. Por desgracia, los policías, así como las fuerzas armadas, suelen no tener la capacidad de actuar e imponerse sin tener que recurrir a las armas. Y entonces suceden las tragedias."

"La responsabilidad política puede estar en manos de un civil o un militar, pero debe haber leyes muy precisas que tiendan a impedir los abusos de poder o su ejercicio precipitado e inconsulto, castigando severamente a los responsables en caso de haberlos."

"Otra actuación delicada que tuve fue la detención de la directiva del Partido Nacional. Lo hice conforme a la ley y poniendo a los detenidos de inmediato a disposición de los tribunales. Allí obtuvieron la libertad provisional primero y la incondicional después. La base de mi actuación estuvo en una violenta declaración de los nacionales donde se ponía en duda el patriotismo del Presidente de la República y de su Ministro de Relaciones, Gabriel Valdés. En política interna se nos acusaba de no fortalecer suficientemente a las Fuerzas Armadas. Esta parte coincidía casi textualmente con unos volantes que habían circulado al interior de la Marina tres meses antes de estos hechos. Juan de Dios Carmona, el Ministro de Defensa, me los había dado a conocer. En ellos se decía también que si el gobierno y el parlamento no daban respuestas satisfactoria a los problemas que señalaban, todos los oficiales de la Marina presentarían colectivamente su renuncia entre el 4 y el 8 de septiembre de 1967. Era evidente el propósito de crear una crisis con las Fuerzas Armadas y a mí me pareció ver nítidamente la misma mano en los volantes aparecidos en la Marina y en la declaración del Partido Nacional. Con la acusación a la directiva de dicho partido ante los Tribunales y su detención conforme a la ley, con entrega inmediata de los detenidos al Ministro en Visita encargado del proceso, buscábamos desbaratar cualquier intento de crearnos problemas en la forma que se amenazaba. Estimo que eso se obtuvo, pues cuatro días después de liberada la directiva Nacional, el Ministro de Defensa por citófono me comunicó que se había descubierto en la Marina a los autores de los volantes y que el asunto se había solucionado castigando a los responsables. 0 sea, al cumplirse el plazo que los volantes aparecían dándole al gobierno, en vez de presentar los oficiales sus renuncias, aparecieron los responsables y fueron castigados. Por un amigo mío del Partido Nacional, cuyo nombre me pidió no dar a conocer nunca, supe después de haber salido del Ministerio del Interior que la misma persona que había redactado la declaración de su partido había sido la autora de los volantes de la Marina. Otro dirigente de dicha colectividad política, conversando conmigo, trató de desvirtuar esta versión diciéndome que los que estaban involucrados en el asunto eran altos oficiales de la Marina que habían entrado después de retirados al Partido Nacional. Me pareció que, en el fondo, se trataba de la misma cosa, pues, salvo detalles, dicho partido aparecía en todo caso actuando a través de militantes suyos que eran, a la vez, marinos retirados. Cuando regresé como diputado a la Cámara, recibí una alusión de un diputado nacional por mi actuación en este asunto. Pensé contestarle, pero quise saber la opinión privada del Jefe de la Marina al respecto. Me dijo, que respetando mi derecho a hablar del asunto como parlamentario, él no veía ventajas para la Marina si se planteaba públicamente este asunto. Le agradecí su opinión y opté por no hablar."

"Uno de los firmantes del volante encontrado en la Marina y hecho circular dentro de ella, joven oficial expulsado por este hecho, tomó parte después en el asalto que le costó la vida al general René Schneider."

"A mediados de marzo de 1968 hice efectiva una invitación para visitar Europa con mi esposa. Al saberse de mi decisión, recibí la invitación de muchos gobiernos. El viaje, que perseguía el descanso, pues llevaba más de tres años trabajando sin tener vacaciones, resultó bastante intenso y agotador. Sin embargo, fue muy ilustrativo para nosotros, pues alternamos con altos dirigentes de la política europea, libremente, sin agenda, pues yo no iba en misión de gobierno. Quizá eso fue lo que hizo más interesante la gira, pues pudimos conversar con mucha soltura y libertad."

"Al retornar a Chile se empezaba a pensar en las elecciones parlamentarias de marzo de 1969 y en el Partido me plantearon la necesidad que yo postulara a un cargo de diputado una vez más. Acepté hacerlo por Santiago y, por eso, renuncié al Ministerio del Interior. Dejé, pues, las tareas de gobierno y regresé a la actividad partidaria. Allí encontré mucha acogida y un ambiente de unidad bastante grande, a pesar de las discrepancias que planteaba un sector que después cometió el grave error de retirarse de la DC."

"Varios años antes de los hechos aludidos, recuerdo que Luis Hernández Parker, uno de los mejores periodistas que ha tenido el país, me preguntó si yo sería en 1970 candidato a la Presidencia de la República. Le contesté que no. La razón de mi respuesta se basaba en mi pasada por la Vicepresidencia de la República. Ahí percibí casi físicamente que el cargo de Presidente era demasiado elevado y sin respaldo alguno. Era como estar sentado en un edificio alto al borde de su terraza sin tener donde afirmarse. Yo siempre sentí vértigo frente al vacío. Cuando anduve por Europa me negué siempre a subir a grandes alturas. Por ejemplo, no quise subir a la torre de Eiffel. Mi mujer sí lo hizo, pero yo me quedé abajo. Pues bien, esa misma sensación de vértigo ante el vacío me llevaba a rechazar la posibilidad de ser candidato a la Presidencia de la República. Mi negativa a la pregunta de Hernández Parker no contuvo aquella vez toda esta explicación. Otra razón estaba en la campaña presidencial misma. No habría resistido un ritmo como el que suelen llevar los candidatos presidenciales. Es muy duro."

"Por ese tiempo recibí también un recado de Jorge Alessandri en el sentido de que si yo era candidato a la Presidencia él no postularía."

"Se me ha reprochado el que yo haya rechazado estas ofertas, que podrían haber cambiado tal vez el curso de muchos acontecimientos. Es muy difícil discutir las hipótesis después de pasada la ocasión de verificarlas. A dos bandas, conmigo de candidato de la DC y del Partido Nacional, tal vez hubiese ganado Allende. Es otra hipótesis. En cambio, lo que es realidad y no hipótesis es que yo no quise bajo ningún concepto que se pensara en mí para ser candidato presidencial del Partido. Además, yo era partidario de que Radomiro Tomic fuese el candidato. Por eso estuve a su lado y participé con entusiasmo durante su campaña. No hay que olvidar también, que la detención de la directiva del Partido Nacional la ordené yo, de modo que apoyarme a mí era para ellos bastante difícil. Un colega de la Cámara, del Partido Nacional, me dijo que ellos jamás me habrían apoyado y que se habrían abstenido o votado incluso por Salvador Allende. Los elementos juveniles demócratas cristianos, por motivos diferentes, no habían sido grandes partidarios de mi política como Ministro del Interior. Por eso, la hipótesis queda en eso y nada más."

"Hay quienes nos han reprochado por no haber apoyado a la derecha y a su candidato en la elección presidencial. Esa posibilidad no tenía asidero alguno. Jamás se habría aceptado dentro de la DC un paso semejante. Con las posiciones de Jorge Alessandri teníamos discrepancias en prácticamente todo, salvo en la mantención del sistema democrático. Alessandri fue de esa línea."

"Tampoco era posible respaldar a Allende, que era sostenido por partidos que habían ejercido una muy dura oposición en contra nuestra."

"La causa misma de la polarización posterior no hay que buscarla en la elección presidencial "a tres bandas", sino en la incapacidad de todos los sectores políticos chilenos para unirse frente a los extremismos de derecha y de izquierda, que tomaron mucha fuerza por ese tiempo. La incapacidad para entendernos en torno a un consenso básico condujo al derrumbe de la democracia. Si la izquierda no ultrista hubiese luchado resueltamente por hacer los cambios defendiendo a la vez la democracia en contra de los extremistas de izquierda y las demás fuerzas políticas hubiesen sido enérgicas frente al extremismo de derecha, uniendo fuerzas cada vez que desde esos sectores se amenazase el sistema, éste podría haberse salvado. La tragedia es que el país fue lentamente quedando en manos de los extremismos. Por eso siempre he creído que hay que aislarlos políticamente. Es la única forma de preservar la democracia."

Durante todo este capítulo ha hablado Leighton sin ser interrumpido. Los recuerdos son más recientes. No obstante, los entrega en apretada síntesis, consciente de que, de lo contrario, llenarían por sí solos varios tomos. Destaca en esta parte la sencillez de siempre, simbolizada tal vez ejemplarmente en su postulación a diputado, después de haber sido Ministro del Interior y Vicepresidente de la República en cuatro ocasiones. Nada le impide aspirar al Senado, pero se excusa basado en su deseo de no salir de Santiago, donde en 1969 no se eligen senadores.

En su desempeño en la Cámara destaca la investigación, por una Comisión Especial presidida por él, para poner al descubierto y denunciar la llamada "campaña del terror".

Los antecedentes son abrumadores. Una agencia publicitaria, "Andalién", aparece organizando por encargo de la candidatura derechista, "una campaña directa, brutal, del terror", como lo dicen sus planes explícitamente. Para las mujeres ofrece, en cambio, "una campaña más positiva, mostrando el terror, allegando ideas sobre el futuro de la patria y lo que puede esperar ésta de las mujeres."

Un informe del Departamento de Psicología de la Universidad de Chile, firmado por el profesor Luis Soto Becerra, establece entre otras cosas que la mencionada acción publicitaria "contribuye a estimular la aparición de conductas socialmente desajustadas y a crear limitaciones al pleno desarrollo de las potencialidades de los individuos". Dicha campaña genera "sensaciones de temor y ansiedad". En el caso específico de los mensajes publicitarios en referencia "corresponden a un conjunto de estímulos destinados a provocar en la población un condicionamiento negativo respecto de ciertos grupos, partidos o ideologías comprometidas en el actual proceso electoral." Por último, respecto a los fenómenos de relaciones sociales de la población, "éstos tienden a ser influidos negativamente, por cuanto exacerban comportamientos agresivos, que, si bien en una situación preeleccionaria siempre tienden a elevarse, son sobreestimulados, facilitando expresiones manifiestas de agresividad. En otros términos, pueden llegar a constituirse en factores desencadenantes de violencia."

Leighton no vacila en denunciar esta campaña una vez más. Recuerda en su discurso en la Cámara, pronunciado el 19 de agosto de 1970, la gestión hecha en 1964 ante el Ministro del Interior, don Sótero del Río y la oposición de este último y del propio Presidente de ese entonces, Sr. Jorge Alessandri. Ahora, al repetirse el fenómeno, señala en su conclusión que este tipo de campaña "no le hace bien a Chile, deja huellas muy profundas que a nadie interesa producir en nuestras luchas políticas ni en nuestra convivencia democrática. Yo no deseo para un nuevo gobierno, que espero sea el nuestro, ni tampoco para otro, que sufra las consecuencias de esta campaña como gobierno. Por eso, si no logramos evitar todo lo que fue excesivo en la campaña de aquella época (1964), hemos tratado de evitarlo en esta campaña, no sólo por respeto a nuestros pensamientos, sino también al pensamiento de todos los señores diputados, cualquiera que sea el candidato que triunfe el día de mañana."

Días después de esta intervención, el 4 de septiembre de 1970, se lleva a cabo la elección presidencial. Su resultado, un triunfo de Salvador Allende por muy estrecha mayoría relativa de votos, abre una etapa difícil de la historia política chilena que, por ahora, se reduce a las vicisitudes del período de transición entre el gobierno cuyo mandato expira y el nuevo, que debe ser elegido en definitiva por el Congreso Pleno, de acuerdo con la Constitución.